jueves, marzo 29, 2012

Cavernas de Marte


Cavernas de martes

Cavernas de amarte
cavernas de mearte

Cavernas de hacerte el amor
Cavernas de decirte la verdad
Cavernas de perforarte un pulmón
Todo esto te lo voy diciendo apenas pasa
No creas que te leo un libro
No creas que tengo filtro
No creas que voy a dejarte
que te salgas con la tuya

Cavernas de Namekusei
no se escondan
díganme dónde están las verdaderas cavernas
las cavernas de Descartes

lunes, marzo 26, 2012

Ya está

me aburrí de seguir aparentando
voy a tirarme un ácido por semana
voy a ser lo que siempre quise ser

no dejaré nunca
ni por toda la droga de este mundo
que se me note lo que en realidad soy
si me ves por la calle nunca sabrás
que aquí cayó un meteorito oscuro
y que lo tengo metido dentro de la nariz
y que a todas horas trato de ocultar

así es
soy la punta de un iceberg en el triángulo de las bermudas, mi chiquillo

jueves, marzo 22, 2012

Luego de un par de sesiones, Patricia había aceptado venir conmigo a ver el cuadro. No le impresionó demasiado (ya les digo que estaba loca) pero sí comentó lo bacán que estaba y lo calificó como algo único. ``¿Ves el movimiento?'' ``Claro'', me dijo.

Esa noche no tuvimos sexo pero me escuchó como nunca. Me escuchó mucho más que en sus putas sesiones de 40 euros la hora. Parecía que se estaba enamorando de mí. ¡Gracias al cielo!

Le hablé de mi vida, de cómo había pasado varios años sin casa, arrendando cuartos diminutos o yéndome a Asia a trabajar por el verano. Todo eso lo encontró interesante y me recriminó que no se lo hubiera contado en las sesiones. Yo le dije que pensaba que las sesiones eran para hacerme quedar mal, no bien.

Hablamos hasta las tantas de la madrugada y después yo le ofrecí llamarle un taxi. Ella dijo que se quedaría. Yo le dije que podía quedarse y le arreglé la cama. Cambié las sábanas, luego agarré una almohada y una colcha y me fui al sofá. Antes de irme le pregunté si estaba bien, me dijo que sí y le dije que cualquier cosa que necesitara que me despertara. Me acosté mirando hacia las cortinas, por donde entraba una luz pálida, dibujando un trapecio en el techo. Cuando pasaba un auto, el trapecio se desfiguraba. Se me estaba dando con Patricia, o al menos eso yo creía.

Al otro día desperté y ella ya se había ido, pero no lo bastante temprano como para que no la vieran los policías, que ya parecía que vivían allí al lado. Al salir yo, el gordo pelado (Matos, si ya saben como se llama) me levantó las cejas. Por suerte no hizo ningún comentario. Yo le sonreí incómodamente y con eso él pensó que me la había culeado.

La idea atravesó por mi mente. Culearme a una mina como Patricia, qué maravilloso era, qué lejos me ponía del común de los mortales. Podía significar dos cosas, una que lo tenía grande, dos, que mi personalidad era tan interesante, que las mujeres bonitas no me podían resistir. Imbuído en esa clase de pensamientos tomé el bus, y me fui a trabajar.

El trabajo consiste en encontrar una nueva forma de procesar los datos de una red eléctrica, de manera de acelerar los cálculos. Tiene que ver con informática y con algoritmos, algo para lo cual yo soy bueno, y con eso mi mente queda en paz. Aunque a veces tengo que pensar demasiado y me da la sensación de que se me está cayendo el pelo o que me salen canas. Además, tengo que estar sentado 7 horas frente a un computador, y a veces yo declaro que mi trabajo es ir a sentarme 7 horas frente a un computador, ignorando todo lo mental que allí sucede. Al almuerzo, una llamada de Patricia. Obviamente le contesto enseguida.

-¿Aló?
-Aló, ¿Segismundo?

(así me llamo, dicho sea de paso. Segismundo, para servirle. Encantado.)

-Sí. Hola, Patricia.

Me invitaba a almorzar a un restorán de comida sana. Llegué con una flor, y aunque me atreví a llegar con la flor, no me atreví a pasársela en la mano y la dejé encima de la mesa. ``Gracias'', me dijo ella. Andaba exquisita vestida, con un vestido verde, algo raro en el pelo y lentes de sol, grandes a la moda. En qué momento se había hecho todo eso. Me senté y pedí algo muy sano y creo que la impresioné. El resto del almuerzo me las di de galán, eso fue todo lo que hice. Entre el plato y el postre me estiré en la silla y la dejé que hiciera comentarios de mí, los cuales yo encontraba graciosos y me reía de un modo infantil.

Ahh, Patricia. Si tan sólo me dieras la pasada. Pero me estaba pasando lo que me pasaba con muchas mujeres, que al final las empezaba a ver más como amigas, y me daba no sé qué chantarles el paté. Ese era un tema que debíamos tratar en las sesiones, sin duda.

``Y cuándo retomamos las sesiones'', le dije. ``Nunca'', me dijo ella. Estaba bromeando, y se le notó en los ojos cuando en ese mismo instante me miró por encima de sus lentes de sol, debajo de ese sombrero que se acababa de poner y cerrando los labios en torno a su bombilla. Patricia.

``Noo'', dijo, y pareció que iba a decir algo más, pero no. Mejor hizo una pausa dramática, vació su jugo entrando los cachetes y yo mirándola, la bombilla al final haría el ruido de cuando se acaba el jugo y la bombilla sorbe el aire, entre el aire y la espuma. Patricia era como una cabra chica, depositaba su vaso encima de la mesa, tragaba un poco, se giraba hacia mí y retomaba su frase (la pausa había sido ridículamente larga. De hecho, a mí ya se me había olvidado que estábamos haciendo una pausa.) ``Yo pensé que no necesitábamos más sesiones'', decía jugando.

¿No necesitábamos? ¿Ella también hacía uso de las sesiones? ¿Era una cosa mutua, los dos salíamos beneficiados? No sabía que así era el rollo, mira. Con todo, estaba pensando demasiado. Tres preguntas para una sola frase que ella ni siquiera había planeado. ``No asoles tu mente con por qués'', parecí decirme. Continué hablando, discutiendo de cualquier forma, tratando siempre de convencerla de algo que ella no quisiera, única forma de darle a entender que la amaba, que me interesaba en ella, que vendería a mi madre, etcétera. De eso se trataba el amor para mí, de ninguna otra cosa, de vender a mi madre por un puñado de caricias.

Estar cortejando a Patricia sí que me ponía de un humor especial, no importaba que no me la hubiera llevado a la cama ni nada.

miércoles, marzo 21, 2012

Sesión de psicoanálisis

El hecho de estar condenado a muerte o en uno de los arrabales de la muerte me ponía de un humor especial. Mi mirada se estancaba en las cosas, pero así estancada fluía como el viento de un vendaval. Cualquier paisaje desfilando a través de una ventana tenía la capacidad de ponerme en un estado de apatía total. Decidí hablarle de esto a Patricia.

"Mucha gente usa los viajes para perderse en ideas, incluso si son viajes cortos. La finalidad del bus no es sólo llevar a las personas a sus destinos, también es pasearlas. Sacarlas de su centro, ¿sabes?" Patricia. Ella era la mujer perfecta para mí, loca de remate, con ideas tan absurdas (tan absurdas como las mías). Mientras la oía hablar, intentaba imaginarme cómo sería ella con sus otros pacientes, si encerrada con cada uno de ellos se convertía también en un espejo.

"Pero yo el otro día me pasé de largo y me bajé en el cementerio, a 8 cuadras de mi casa." Ahí Patricia soltó una carcajada. Tenía eso también, se reía de mí como si no me tuviera ningún respeto. Enseguida se trepaba de nuevo a su pedestal de doctora.

"Dime, ¿sigues yendo a mirar el cuadro con movimiento?" En la afectación de su frase creí notar, o era que yo deseaba tan intensamente que así fuera, un disimulado interés. "No", le dije, "con la ventana del bus ya tengo bastante." No se rió, pero hizo un gesto como comprendiendo mi humor. Otra vez un gesto que yo interpretaba como de la complicidad más extrema. "Pero el cuadro sigue ahí", le dije.

Qué patético. Poniéndole anzuelos como ése a mi psicoanalista. A mi amor platónico.

"¿Estamos en la hora ya?" Patricia miró su reloj, como contando los segundos. "Sí", dijo al cabo de unos tres. Yo nunca me atrevía a celebrarle los chistes. "Entonces ya no somos más paciente y doctora." No me miró.

"Sí, todavía somos paciente y doctora".

Justice

El cuartel de policía olía raro.

"Debe ser el olor de la justicia", pensé mientras atravesaba los paneles rumbo a la oficina del detective Matos. Estaba con suspensores y giraba en su silla con rueditas. Al verme, él y varios policías dejaron de hacer lo que estaban haciendo.

"Ah, es el vecino del muerto".

"Basta", dije yo. "Sé perfectamente lo que está pasando y quiénes son ustedes. ¿Qué quieren de mí?" Se miraron como ofendidos, aunque yo sabía que estaban actuando. Estaban representando pésimamente su papel. El detective Matos pareció recuperar una expresión afectada, propia de un buen actor. "Así que lo sabe todo, bueno", me dijo, "me alegro por usted". Luego me miró como esperando que yo dijera algo. "¿No me va a ayudar?", le dije al fin. "¿Qué gracia tendría si lo hiciera?" Me fui de allí, sintiendo sus miradas en la espalda.

En la calle hacía frío. No era la misma calle de la que yo había salido minutos atrás. Me subí las solapas de la chaqueta y enfilé rumbo al sur, hacia el centro. Qué clima era ese en pleno marzo, abril casi. En esa latitud debía de hacer calor todo el año, era una de las razones por las que me había venido para acá. Vendí mi casa en el norte para instalarme en el sur, cerca del mar. Parecía una historia repetida, contada mil veces por mil sujetos antes que yo.

Me instalé en un café desde donde se veía el palacio de justicia. Era un edificio grande antiguo con un reloj, símbolo de nuestra ciudad. En las postales que les vendían a los turistas en la avenida del mar, en algunas estaba. Para mí, ahora, ese edificio era la clave de todo, mi oportunidad de escapar. Cómo colarme en él, como un acusado más, y recibir mi condena por atentar contra mi propia vida. Culpable de suicidio. Bastaba que el juez, con cabeza de gallina, pegara el martillazo contra esa suerte de posavaso que tienen ahí, para que todo se acabara.

Todo se acabara, sí. Todo se iba a acabar, la desintegración sería total, no más juegos post-mortem. Esta vez sí desaparecería del tiempo, nada de constelaciones guardadas en el cajón. Tenía que prometerme que lo iba a abandonar todo, sin subterfugios. La muerte era una cosa linda, parte de la vida, al menos. Un misterio insondable, pero tan natural, que todos lo íbamos a tener que descifrar algún día. Yo estaba tan cerca, en el mismo borde, sólo tenía que dar un paso más. Pero ese paso era el más difícil de todos.

Tenía que elaborar un plan para demostrar que yo era el que se había volado los sesos, que el autor de ese cuadro dotado de existencia era yo. Ese plan tenía que ser tal que yo no fuera conciente de estarlo ejecutando. Engañarme a mí mismo, ya lo había hecho antes. Los policías se hacían los de la chacra, tenían que haberme arrestado desde el primer momento. Por qué me dejaban en esa esfera pequeña, ni chicha ni limoná. Eran como los dioses, de verdad en esta partida los policías eran como los dioses de pencas.

Más encima había comenzado a llover.

Nena

Se lo conté a Patricia.

"Ya estás otra vez con los hongos". "No, Patricia, es verdad". No se lo dije, sólo salí a la calle porque se había terminado mi hora. El psicoanálisis me tenía loco, pero lo que me tenía loco era Patricia. Su ángel, su pelo crespo siempre un poco húmedo, siempre como recién salida de la ducha, y su mezcla de perfumes: el shampoo, el desodorante, el mismo perfume (¿el de su piel?) de una marca europea. Todo en ella era perfecto, y sin embargo yo sabía que no podía enamorarme. Ni jugar. Nada. Ella era mi psicoanalista.

Como si los psicoanalistas no se aprovecharan de sus pacientes. Freud, un pervertido. Se las aprenden de memoria y luego las engatusan. ¿Qué estaba esperando Patricia para hacer eso conmigo? Yo podía caer en ese tipo de trampas, no era tan inteligente. Ni mucho menos tan tonto como para rechazar a una mujer, cualquiera.

Patricia. No me había creído lo de las galaxias estampadas en el muro. ¿Accedería a venir conmigo a verlas? En las noches yo llevaba mi silla plegable y me instalaba, catalejo en mano, a admirar ese cosmos imaginario, fortuito, cómo calificarlo. Llevaba una taza de té o un jugo con bombilla y le daba sorbos a uno o a otro mientras me perdía, con mis ojos, en ese paisaje raro; con miedo por supuesto de un día no poder regresar.

Quise saber si había vida en alguna de esas galaxias. Si había vida en la muerte (curioso) porque lo que ese universo representaba era la muerte de mi vecino. No podía obviar ese hecho. Ni tampoco olvidar la conclusión innevitable, que se me había hecho clara noches atrás, de que ese vecino difunto no era otro que yo, que había muerto y seguía sin embargo encadenado a ciertos juegos metásificos. Condenado a encontrar la salida del laberinto, o volver a la fuente, lo que fuera que fuese la muerte y que yo todavía, claramente, no me era capaz de figurar.


Cumbia

Como los policías estaban allí día y noche y ya sabían quién era yo, no me quedaba otra que saludarlos cada vez que salía en la mañana y llegaba en la tarde. El gordo calvo parecía el más cercano a mí, y por lo menos me miraba mientras los otros seguían anotando en sus libretas o tomando huellas. Yo ya había perdido todo interés en el asunto, y mejor dicho me molestaba la actividad constante en el piso. Habían llevado una radio y ponían música pachangera todo el santo día. Yo subía mi propia música para no tener que escuchar la de ellos, a pesar que, no se crean, a mí me gusta la cumbia, sólo que no puedo soportarla a ciertas horas del día y bajo ciertos estados de ánimo (así como bajo los efectos de ciertas drogas).

Un día decidí romper la rutina y pregunté en qué estaba el asunto. "Ah, al fin se interesa". "Sí", dije yo, "es que quiero saber cuánto tiempo más van a seguir acá". La hostilidad no era mi fuerte. El policía gordo y calvo sólo se sonrió. "Estamos determinando la ruta de los cometas", dijo uno cualquiera sin apartar los ojos de su tablet. "¿Cometas?".

Me acerqué y penetré, una vez más, la escena del crimen. El cuadro en la pared, o, para dejar de lado las metáforas, aquel desparramo de sesos y pedazos de cráneo pegados al muro, había adquirido profundidad. Ahora era 3D.

"Imposible". "Sí", me dijo uno de los policías, "pero ahí está. Hemos traído a científicos de todas las universidades para que puedan estudiarlo". "¿Eso es real?".

No tenía sentido. No tenía ningún sentido. La energía de ese hombre, un suicida, aun después de muerto, seguía transformando las cosas. Fue la única explicación que se me ocurrió. Sentí una mano posarse en mi hombro.

"¿Usted lo conocía?", dijo la voz del policía gordo. "Parece", dije yo, sin dejar de mirar el agujero, con forma de un universo, que se había abierto en la pared y que arrastraba hacia su interior muchos de mis prejuicios.

Toma de conciencia fatal

La idea de la galaxia quemada, frita por la pólvora de una 44, seguía vagabundeando en mi cabeza. Esa noche no podía dormir. Fui al baño, me miré al espejo y me apreté las grasas del abdomen. Abrí la puerta del refrigerador y la cerré. Me pesé con la luz apagada y no vi la cifra que salía en la balanza.

Hacia las 4 de la mañana comprendí que el occiso era yo. Ir a mirar el cuerpo para reconocer mis rasgos, mi piel, mis canas. No estaba, obviamente, los dioses (los policías) se lo habían llevado. Todavía estaba la marca en el suelo. Me acosté y comprobé que mi cuerpo calzaba perfecto dentro de ella. No cabía duda. El cuadro en la pared era mío. Eran mis galaxias. Era yo.

Al otro día cuando salí para el trabajo los policías estaban allí. Los saludé con un gesto del rostro mientras ponía la llave y me alejaba. Alcancé a captar que habían llevado un fotógrafo y que éste tomaba una foto de algo. Me pregunté si estaría fotografiando el cuadro.

martes, marzo 20, 2012

Apertura de folio

Poco después de oírse el disparo los vecinos llamaron a la policía. Llegaron dos detectives, uno más pelado que el otro. Ese mismo más gordo que el segundo. Eran compañeros.

Se pusieron a hacer las pesquisas de rigor. Hicieron preguntas y no se inmutaron con las respuestas. Le pegaron una patada a la puerta y entraron.

Allí estaba el cuerpo, como esperando que la policía lo encontrara. No tenía cabeza, o sólo tenía la mitad de una cabeza.  En la mitad que quedaba se podía imaginar una sonrisa, como si hubiera muerto sintiendo la gran ironía que era la vida. Como si la hubiera percibido en el último instante. El resto de la cabeza eran esas manchas en la pared, el cuadro de un pintor surrealista. Matta.

El que no era ni gordo ni pelado se agachó a ver el cuerpo más de cerca y empezó a marcar el contorno con una tiza blanca. El otro, más gordo y con menos pelo, observó el cuadro en la pared. Eran las constelaciones de la galaxia que había partido con el occiso. Su osa menor, su cinturón de orión, sus estrellas aún no descubiertas, aún sin nombre. Estaban todas ahí pintadas.

La cosa estaba clara, había sido suicidio. Faltaba el cinturón de fuego alrededor, y que el occiso haya sido un escorpión. La pistola, dijo el flaco chascón, era una 44. No sé qué podía significar eso. Yo esperé en la puerta que todo se terminara, pero todo estaba lejos de terminar e incluso de comenzar. Llegarían más policías, un médico forense, todo se haría según el manual. Los detectives, tanto el gordo calvo como el flaco con melena, estaban sin duda acostumbrados a ese tipo de procedimiento. Se movían como pez en el agua  de un mar sin olas. Pusieron unas huinchas amarillas como de las películas (a decir verdad, muchas cosas eran como de las películas) y llamaron por radio a unos colegas policías. Pregunté si me necesitaban para algo más. No, me dijeron, y me fui.

Yo tampoco estaba tan impresionado con el asunto. Pensaba, no obstante, en la cara del policía gordo mirando el cuadro de Roberto Matta. ¿Sabría algo? Yo sabía lo que estaba pintado ahí, pero no imaginaba que alguien más pudiera saberlo. ¿Era tan obvio? Para mí, era sólo una locura que se me había ocurrido a mí. Dudaba.

Me tomé una taza de café y pensé si acaso los detectives, el gordo pelado y el otro, resolverían el caso. O si considerarían que no había caso en lo absoluto.

Finalmente deseché esa opción

porque encontré que era más de lo mismo
aquí viene lo que pude hacer
dos punto

Barajé varias posibilidades

Me di de cabezazos contra la mesa
me amanecí redactando ensayos
frases sin sentido
una de las ideas fue partir para atrás
Viaje a la Semilla
de Alejo Carpentier
un clásico

Me explico
no es que sigamos viajando
es que volvemos a la fuente
chita la payasá
somos como un boomerang
al morir volvemos a lo que éramos antes de nacer
dónde está el laberinto?
la pregunta que sólo el justo puede responder?
el cielo y el infierno?
mis polainas!
por los tenis de mi tía
la vida es un loop
metafísico
flecha con elástico
qué manera de perder el tiempo
pero no
tiene sentido una vez más
todo lo que hacemos tiene sentido
sólo que después tenemos que borrarlo




Una nueva forma de escribir

Para seguir con el relato
(¿o quieren que pare?)
no basta con las palabras
comunes y corrientes
una opción sería la poesía
(¿quieren que siga?)
porque lo que pasa a continuación
no pasa en el tiempo
sino que pasa en otra phase del tiempo
a lo mejor las palabras de otro idioma
de un idioma inventado
o de otra época
podrían dar en el clavo
a lo mejor un lenguaje formal
científico
con definiciones que partan de lo más alto
no lo sé
yo tengo ganas de seguir con el cuento
está entretenido
vamos en que el tipo se revienta los sesos
todo lo que es la tapa de los sesos
qué puede ser mejor
¿quieren que pare?
¿o quieren que siga?
voy a seguir independiente de lo que digan ustedes
esto es como el túnel

Por qué lo hizo?

Bueno por lo mismo
porque no era real su mundo
le daba lo mismo todo
verán
alguna gente viene al mundo
a triunfar a ganarlo todo
sin saber que eso se queda acá
no sigue con nosotros
entonces
qué sentido tiene ganar la copa del mundo
o perder 5 centímetros de grasa
si todo eso se va a desintegrar
es una pregunta válida
bueno pues tiene sentido
tiene mucho sentido
o si no imagínense cómo sería morir
y darse cuenta así de golpe
que no se ganó nada
ni la copa del barrio
que no se hizo nada por la vida
ahh la tragedia
de la condición humana
que la muerte nos pille por sorpresa
y no poder pararla

continuación

...parecía una decisión apresurada, un tanto loca, pero el protagonista de la escena anterior de verdad lo hizo. Se "levantó" la tapa de los sesos como se dice. El disparo causó la extinción de toda la galaxia.

En qué sentido lo digo. Porque ustedes podrán decir "la galaxia todavía está", o los más atrevidos "yo la veo todos los días cuando me levanto". Pero la galaxia del protagonista del cuento de la historia anterior, ya no está. Ya no está, porque no era real. Estaba lejos de ser real. Era, como ya se dijo, una ilusión. ¡Estaba en su mente! ¡Estaba en su mente! Y con la disolución de su mente, se disolvió todo. Así de simple.


lunes, marzo 19, 2012

poema consuetudinario (no todo es ilusión)


todo lo que pensamos
todo lo que sentimos
incluso todo lo que soñamos maestro
son ilusiones
con eso se supone que te lo dije todo


a ver pero esperen
cómo va a ser tanto
o sea que nada es real
que si un árvol cae en medio del bosque
nadie sabrá que lo escribí mal?
caramva!
si es así la cosa
entonces lo dejamos hasta acá
qué les parece
cárgenme la pistolita
yo no veo para qué seguir aplazando
ese momento supremo
pónganle las balas de plata
en caso de que sea verdad
eso que andan diciendo en el twitter
de que yo soy un vampiro
y avisen a la Anpe
de que no podré llegar
que surgió un imprevisto
inventen algo


no va más!
termino de lavar la loza
y
 buenas
       noches
             los
                pastores

miércoles, marzo 14, 2012

ninja whispers

life is so meaningless
but it is life
so it is everything
we must look for other things besides life
look for bizarre possibilities
but not stopping to be human

energy was given to us
so we could do anything
and all we do with it is living
if we could do something besides just living
life would be different
but then again life is so meaningless

martes, marzo 06, 2012

esta es la droga de la que todos me hablaban

algo simpático es que después de haberla tomado una vez
ya no necesitas de ella para volver a sentirla
sólo necesitas un día raro
madre coca

domingo, marzo 04, 2012

a million dollar idea

tired of being yourself?
of being forced to be yourself?
even on Internet !
fakebook is what you need

create fake profiles of your favorite artist
demon
dead people
fictional character
whoever you know*
and start posting as them !!!
in this totally ridiculous social network

challenge other users to prove they are who they claim
and if they can't
you become (?) them !

live a fake(r) internet life !
join fakebook
here you'll always be welcome

"we were waiting for you..."




*except yourself

viernes, marzo 02, 2012

teatime considerations

I don't mind to reinvent the wheel
if it's the Wheel of Fortune
secret is the key to success
'cause if nobody knows your plan
nobody'll know when you fail
everything is changing
even videogames are changing
we're no longer young
or even human

jueves, marzo 01, 2012

la vívora

en esa época yo vivía en un parque de diversiones
ah no, esperen, ahora recuerdo bien
yo tenía por vecina a una niña de origen asiático
ella había venido desde China a estudiar las costumbres francesas
y a hacerse con algo de dinero para comprar un piano de música
cuando nos cruzábamos en el pasillo sólo nos mirábamos
yo venía apurado al baño o algo por el estilo
o ella venía apurada a desactivar la bomba
que el gobierno galo le había dejado entre las sábanas
y que de un momento a otro iba a explotar
en fin, no había mucho tiempo para el intercambio de palabras
un día, sin embargo
o una noche, si quiero ser fiel a lo sucedido
ella se apareció en mi pieza como si me conociera de toda la vida
diciéndome no sé qué cosa del pago del arriendo
del departamento que yo tenía allá en Santiago
me llamaba por mi pseudónimo, Manu me decía
y me instaba a que la dejara instalarse al lado mío
yo dormía
y al mismo tiempo sabía que nada de eso podía ser algo más que un sueño
le dije que se fuera
pero no sin antes haber exclamado un aullido de horror
ella se negó y pugnó por quedarse
su peso era demasiado para mí, no podía con ella
a pesar de que su contextura era más bien pequeña
pero poco a poco pude ir empujándola hacia la puerta
en un momento ella me dijo que tuviera cuidado
que pensara bien en lo que estaba haciendo
puesto que si la echaba
ella se iría a su dormitorio
(vivíamos en una suerte de habitaciones sencillas
a ambos lados de un pasillo en una residencia universitaria)
...a su dormitorio, en cuyos dominios yo me hallaba por naturaleza
imposibilitado de entrar
tanto mejor, le dije yo
al tiempo que mi estatura se duplicaba por el tenor de mi voz
y la puse fuera de la puerta
la cual cerré capturándole la pierna
y una mano que no querían salir
al final la saqué completamente
y la vi que entraba en una puerta que no era la suya
en fin, dije yo
volví a acostarme
y vi que se le habían quedado los zapatos
esto fue como a las siete de la mañana
tomé el par de zapatos taco aguja color verde limón
y los tiré por la ventana con furia
(yo vivía en el nivel de la calle)
en el preciso momento en que ella, no me lo van a creer
venía por el exterior seguramente
a buscar sus zapatos
como si hubiera anticipado que yo los iba a arrojar por ahí
y traía un rostro de total abnegación
o indiferencia, quizás
no supe más, cerré la cortina antes que ella estuviera muy cerca
y seguí durmiendo los minutos que me quedaban
antes de tener que levantarme para ir a trabajar
en memoria de don Nicanor Parra Sandoval