sábado, marzo 29, 2008
un joven combatiente
en la mañana, un yogurt
al almuerzo, porotos con mazamorra que descongeló. llevaban como 2 meses congelados.
de postres, un racimo de uva
a la once, un café con wevos revueltos
en la noche, una pizza individual y un completo italiano
elmétodo de métodos
viernes, marzo 28, 2008
maletín con dólares
para eso me gustaría tener un maletín con billetes, para nada más.
no sirve pensar en abandonar el país, lo que sirve es hacer una maleta, echar los calcetines, tomar un bus al aeropuerto, ponerse llos audífonos, pasar por policía internacional, abordar el avión, eso sirve.
martes, marzo 25, 2008
Afterlife
Es casi imposible vivir desde los puentes, o desde debajo del puente, o desde una ventana de este mundo. Me acuerdo de la primera vez que fui a trabajar, yo era un pollito saliendo del velador, más encima mojado por una lluvia que caía del cielo, y me topé con una secretaria buena onda que me dio café. Habían adecuado bien esa oficina para servirse cositas y pastelitos, y la sonrisa de la secretaria era lo mejor. Paulita, se llamaba.
Esa semana trabajé sin descansar de
Hoy en la ducha pensaba que yo no podía vivir concentrado en la vida y en las formas de la vida, tenía que concentrarme en el afterlife. Tenía que planificar mi muerte y lo que haría de ese instante en adelante, en lugar de dedicarme a planificar mi vida previa a ese instante.
lunes, marzo 24, 2008
El Último Poema de Escocia
Es una palabra antigua
Cámbienla
Se los aconsejo mientras puedan
Cámbienla por marketing
Cómanse los Mc-Chicken
Ustedes son nuestra única esperanza
Mañana estaré dejando Escocia
O acaso más bien
Lo que queda de Escocia
Les ofrezco al jabalí perro
Pero háganlo pebre por favor
Él ha destruido a mi familia
Y lo poco que me queda de vida
Metiéndose siempre en mi camino
A lo largo del mall Marina Arauco
Merece la muerte con todas sus letras
Como que efectivamente es un jabalí
Y por esas casualidades de la vida
Para más recachas, perro
Características de un mendigo
Son estas zapatillas con franja ploma
Que se me perdieron en 1920
Hoy las trae este hombrecillo de poca vergüenza
Al cual inevitablemente
Todos vemos en la bola de cristal
O si no en las cartas del tarot
Y en las últimas runas encontradas
La ciencia nos incita
A ser como este chascón irrefrenable
Y a pasar por entremedio de un alambre de púas
A robar gallinas
Al sitio del terrateniente que fuma puros
jueves, marzo 20, 2008
el protector
martes, marzo 18, 2008
jamoncialito
Resulta que estoy tan entusiasmado con la personalización del blog, y con mis clases de francés, y con carretear, y con llegar a la hora a Yoga, y en bicicleta más encima, y con el In Rainbows (y Pablo Honey), y con youtube, y con la paolita y con la beba, que la verdad no he tenido tiempo de dedicarme a desenmascarar este sueño, y a ver cómo es posible que se esté dando esta condición tan especial de la conciencia. Tengo cita a las 12 con la persona que me sueña y a esa hora va a temblar.
lunes, marzo 17, 2008
Manulo Marini -- the dreaming way
Orion
Un Indio llamado Orion me detuvo en la esquina. En su cara relumbraban unas luces que parecían una eternidad. Me señalaba una esquina y agitaba sus brazos de forma que parecía que tenía varios brazos. Le di un abrazo para que se tranquilizara. Ya más calmados, en un café de la calle Boedo, me explicó el resultado de su torpe cuestionamiento. Arrugó una servilleta y con ella “encestó” en la jarra de café vacío que brillaba en una mesa vecina. Acto seguido se comió los quesos y los jamones que estaban al pie de esa jarra. El conde y la condesa de Wyvern se miraron espantados y se echaron a reír. Era evidente que los dos llevaban placa. Abandonamos el lugar sin pagar y, en la misma esquina de siempre, una flecha alcanzó la espalda del indio Orion. Este se puso a bailar una cueca fantasma, que terminó con el atropellamiento del indio Orion.
Aproveché la confusión para retirarme del lugar. Unos niños me perseguían y me tiraban elásticos en la cara; otro me alumbraba con un puntero láser. Los 4 niños se echaron a reír. Estacioné mi bicicleta cerca de unos canes de basura, en un callejón obscuro. Las nubes clausuraron el cielo y la lluvia se dejó sentir. Avancé corriendo tapado con un ejemplar de The Clinic, bombardeado por las constantes bromas de los niños. Uno me decía, tío, este gato es suyo? al tiempo que me entregaba un gato todo mojado y maloliente, de color naranjo. Garfield! exclamé yo. Nuevamente el extraño animal, que me daba suerte, me había encontrado. Me lo puse como de bufanda al tiempo que el gato gritaba miau, y nos alejábamos bufando.
Para capear el temporal, me metí al cine a ver una matiné. El gato maulló y se desocuparon 5 asientos, uno para mí y uno para cada pendejo. No bien nos sentamos nos pusimos a roncar, y en el sueño unas personas nos gritaban que bajáramos al gato de la peluca de la señora Kahl. Amablemente mi cuerpo de sueños retiró al gato y lo abracé para quedarme dormido de nuevo. Hago notar en este punto que yo me quedaba dormido por segunda vez, esta vez dentro del sueño. En este segundo sueño yo nuevamente estaba en el cine pero todo era mucho más fantástico. Los que estaban al lado mío eran todos osos polares, dragones, el monstruo de Canterville, los transformers, Hunter S. Thompson, pitufo glotón, otra versión de mí mismo, y los cuatro pendejos vestidos de M y M. Me bajé del cine (que se movía por la calle) y estaba otra vez en la esquina donde habían atropellado al indio Orion.
Fui a visitar al Socio, que vive en el onceavo piso del edificio de la esquina. Desde allí me dediqué a observar la situación. El Socio dormía profundamente en un sillón. Sobrevolamos todos los temas, la situación mundial, el oso, el espacio exterior, el deja vú. Vi que la multitud en torno al indio Orion se había comenzado a dispersar en busca de nuevas sensaciones. La lluvia coronaba toda la calle y el cadáver del indio se puso de pie, acto seguido se estiró, y luego se fue caminando en dirección a una puerta ventanal. Miré en lontananza, los edificios y la cordillera y los relámpagos cayendo sobre Chile. Cuando volví a mirar al Indio éste había salido por la puerta ventanal, ungido con un antifaz y seguido por los cuatro pendejos disfrazados. Sentí que me encontraba a punto de resolver el caso. Le dejé una nota al Socio que decía “váyate a la chucha”, salí por la puerta y bajé las escaleras en un ascensor.
Me fui para la casa y me metí a la ducha. Extrañaba de veras a la Paolita. Estaba demasiado entusiasmado con la idea de verla esa noche en el espejo; al mismo tiempo, no me era dado rendirme a esas alturas de la investigación. Vi el gol a último minuto que el chupete Suazo les hizo a los cachetones de River, apagué la tele y salí con el cepillo de dientes todavía en la boca. Agarré una manguera abandonada a su propia suerte en el antejardín y me enjuagué a discreción. Un poco más allá empezaba la inundación, causada quizás por la lluvia. Tomé un bote inflamable y me fui a remo hasta la otra orilla de la calle. Allí, un grupo de personas estaban embaucadas en una discusión. Me acerqué al quiosco y miré las revistas con desparpajo. En la portada de uno de los diarios de circulación nacional, notificaban la muerte del indio Orion. En las páginas centrales, supuse, ahondarían en el asunto de la desaparición de toda la constelación.
Esa noche miré al cielo con un tubo de papel y vi Orion. Vemos el pasado, me había dicho mi tío antes de partir. A las 12 volvió con 4 conejos locos y los desplumó. Los puse encima de la parrilla y los cocinamos mientras el perro daba vueltas e hinchaba las bolas. La perra acababa de parir y mi hermana chica les había puesto lentes a los perritos chicos. Parecían todos autónomos. Unos gnomos se escondían por el día en ese patio interior, que era cuadrado. Yo lo dimensionaba desde una ventana en el segundo piso y consultaba el parrón, con sus hojas siempre llenas. Desde allí le pegaba unos mordiscos a las uvas y más tarde veía los mismos racimos encima de la mesa, intactos, listos para el postre. En un rincón del mantel, un pequeño monte de sal buscaba resarcir una mancha de vino. En ese mismo montículo vaciaba mi tío su pipa, que era conocida en toda la comarca como la pipa de la paz. Esa pipa le habían regalado los hobbits, a su llegada en 1810. O al menos así la contó mi tío. Y luego se despachó un par de chistes malévolos, casi inéditos. Eran buenos los chistes.
jueves, marzo 13, 2008
O combinar ambas
Porque ahora estoy frente a mi computador tecleando y quién me puede asegurar que lo que pasó fue real, más que mi memoria, pero con el recuento la fui borrando y me fui dando cuenta que los recuerdos son fantasmagorías, que uno los toma en cuenta porque quiere y no porque sea obligación, y porque en verdad los recuerdos no se diferencian mucho de la imaginación. Estoy reduciendo todo a un asunto mental, lo sé, pero acaso no dicen los gurús que la razón es lo que la lleva en este planeta?
Yo estoy dudando si vivir así, o sea creyendo que todo es un sueño perceptual, con lo cual todo me da mucha risa, o vivir creyendo que todo es un asunto de hacerlo o no, de atreverse o no, lo cual hace que me arda la guatita.
miércoles, marzo 12, 2008
"la violencia del aprendiz"
Es extraño que me haya tocado vivir la vida precisamente a mí, yo podría haber sido parte de los que nunca nacieron ni tuvieron que ver con esta profecía, pero tengo una espada en cada brazo y voy cortando las cabezas de la penúltima retaguardia del puente, tengo un arco y un carcaj cruzados sobre mi hombro izquierdo.
Todo comenzó hace pocos minutos, cuando los cantoneses se disfrazaron en la bola de cristal del brujo Quevedo, que vino de más allá de la frontera, y ardieron unos bosques y un engendro con cabeza de conejo alzó sus manos, sosteniendo una efigie de piedra, y otro más tocó una corneta con un sonido que dos minutos más tarde llegó a nuestros oídos.
El capitán alineó a sus guerreros en una choza y los hizo salir a cortar cabezas, ellos se perdieron y se dispersaron en unas calles y en sus rostros se distinguía el olor de la sangre, en sus rostros camuflados por las máscaras con cabeza de chancho, todo fue como un sueño que comenzaba por enésima vez, y la gente corrió por las calles como huyendo de un hedor que venía precisamente de la dirección en la cual avanzaban nuestros guerreros.
Yo, en el último rincón sombrío que quedaba de la choza, amontonaba unas hojas y calentaba el agua cuando el capitán se me acercó, los guerreros cabeza de cerdo acababan de trasponer el umbral del día y ya estaban en la guerra, apretando las empuñaduras de sus lanzas, yo sentía que mi destino estaba en salir a ayudar a esas fieras rapaces, empujado por el poder que acaso un día me venció y que me hizo brujo, o pirata, o ninja, no sé bien quién soy.
El capitán se me acercó y me dijo que mi destino no estaba en esa calle poblada de granujas y de huesos rotos, de estantería derrumbada, de chatarra de vasijas, de naranjas aplastadas contra el adoquín reluciente por la sangre, sino que mi destino estaba en un viaje largo y urgente en dirección a la frontera, y luego más allá en una ruta que me dictarían ojalá las nubes y las estrellas, por senderos desconocidos para el ojo amable, familiares sólo para el ojo del conejo loco al cual yo debía eludir, y salvar finalmente el corazón de Gandhi de una flecha dorada que dispararía un francotirador invisible (en ese momento una sombra que se proyectaba sobre la pared de la tienda, y que le pertenecía al brujo Quevedo, se clavó una estaca en su propio corazón y luego se desvaneció).
Los ojos del brujo eran enloquecedores cuando me señaló la dirección del muro de piedra allá en el bajo, lo único distinto para mí en esa visión eran las cabezas de conejo, que se veían diminutas, y el resto era la misma piedra en que había jugado cuando niño, sin pensarlo más salté hacia allá y mi vuelo se vio acompañado por un aluvión de flechas.
Aterricé lejos de los conejos y cerca de un gancho de hierro al cual rodeé con mi lazo, dejándome caer hacia el vacío de la represa y las flechas me rozaban el cuerpo, las costillas, el pelo, y mi descenso fue feroz hasta el nivel más bajo, hasta el caminito al borde de las aguas que crucé cuando pequeño.
Saqué mi arco y comencé a clavarle flechas entre los ojos a los conejos que segundos después caían en el agua sagrada de mi gente, al tiempo que mis pies azotaban el corredor en busca de la puerta que mi cuerpo conocía de memoria cómo atravesarla.
Al fin mis rodillas saltaron al interior del vacío de piedra y mi cuerpo trepó las escaleras circulares, el día se asomó por las ventanas y acompañó mi escalada junto con los conejos asesinados…
pide cariñito (poesía erótica maya)
su nombre me cuesta pensarlo, una enormidad escribirlo, ni cagando decirlo de mi cuello porque, quién sabe, en alguna de ésas, ella se convierte en algo real y si así fuera yo querría una tajada de su corazón. Ser su segunda opción, que me mire de vez en cuando y luego se dé media vuelta y se ría, sin que yo la vea (de mí), y la verdad es que yo no pido nada, meterle sólo la puntita, aunque fuera sólo por el chiquitito, pasarle a llevar una goma por casualidad con el codo, o que en el metro la gente nos apriete y aplastarla contra la pared del vagón, y mirar hacia los lados con rostro de incomodidad, también fingida, todo fingido, y mirarle su carita y entreabirse su boca pequeñita y que vaya a estar a punto de decir algo, y que se lo guarde porque crea que parecerá muy inocenta. Eso quiero yo, o me gustaría muchísimo acaso, pero la verdadverdad, es que no pido nada.
También me gustaría decirle ven! y sacarla a la luz de la luna, y decirle que me quiero ir porque el carrete me aburrió y que se lo informe a los demás, y que ella me diga te acompaño? y decirle que no, que hagas tus cosas o una frase terrible de la indiferencia más fría que me salga, y luego caminar bajo las estrellas sin arrepentirme y sin pensar si quiera. Ni en mí, ni en ella.
jueves, marzo 06, 2008
se le sonríe la máscara
Pasó ese día sin mayores entuertos, durmiendo bajo la luz de las estrellas y era un cielo rojizo, si el de la tierra se pudiera llamar azulado. O sea el color latente nocturno era del negro pal rojo, no del negro pal azuloso. El lagarto al parecer avanzaba por las aguas como un cocodrilo que sabía nadar en la superficie, yo no dormí toda la noche sino que desperté muchas veces con la imagen del cielo y la caricia del viento, y esos instantes de vigilia fueron tan bacanes como dormir. Al alba decidí levantarme luego de un rato de estar mirando el cielo palidecer, me salí de mi saco de dormir y me lo puse en los hombros, sentía algo desafortunado y maravilloso amigos, sentía que durante el transcurso de la noche, al saco yo le había infundido vida, y ahora él era una especie de gusano rojo de tela conciente de sí. Esto, como ustedes se imaginarán, me preocupó muchísimo y me causó un sentimiento difícil de describir, pero nada me impidió abrir el refri y sacar de allí una cajita de leche blanca y unos pancitos redondos integrales. Al cerrar la puerta del refrigerador tuve una intuición repentina, y supe, pero no a la manera en que comúnmente sé las cosas, que yo había entrado al lagarto vía ese refrigerador. No era tan así, en realidad creo que la luz del refrigerador me recordó la tierra.
Mis compañeros de viaje estaban todos prontos a despertar, yo agradecía la locura de estar viviendo acompañado esa experiencia tan lunar, pero me imaginaba que todos iban a levantarse medios metamorfoseados con sus sacos de distintos colores (azul, verde, amarillo) y que íbamos a ser unas especies de superhéroes en una aventura televisiva anticuada. Bebí un sorbo de mi vasito de leche y me abstraje un momento mirando el cielo. Ví más pájaros volar en una formación que yo nunca había visto antes y que no podría describir, mis parámetros dimensionales son más charchas que eso y me hacen estar no tan seguro de lo que ví, el caso es que cruzaban el firmamento en dirección opuesta a la que seguíamos nosotros río arriba. Sentí que todo el planeta se alejaba del rumbo que seguía nuestro empecinado lagarto hogar y eso me hizo sentir algo salir de mi cuerpo. Al observar el sol emergiendo por sobre unos montes allá lejos, vi que los rayos eran perfectamente definidos, como en esos dibujos japoneses del sol, ustedes saben de qué estoy hablando. Entendí, pero no pude comprobarlo con los ojos, que esos rayos pintaban entero el cielo de dos colores alternativos, rojo y amarillo. Sólo un cambio de velocidad me permitía dejar de ver en torno al sol un resplandor naranjo, y cuando lo lograba sentía además una especie de burbuja de energía entre mis piernas, justo en la entrepierna. Esta burbuja tenía una onda como silenciosa o de algo que se hubiera podido contemplar eternamente, y entendí que era un secreto de mi cuerpo y que me confería una cualidad maravillosa que yo toda mi vida había dejado de lado o pasado por alto.
La planta de mis pies y parte del empeine y de los tobillos ya eran completamente escamosos, del mismo color que el lagarto tierra. Saqué más leche del refri y mis ojos vieron dentro de la cavidad del refrigerador un paisaje ubicado a una distancia inconmensurable. Dudé un segundo antes de alzar los ojos al cielo. Primero lo vi tamizado de colores aleatorios y luego, 1 segundo después, vi los planetas y constelaciones distantes. Parecían de juguete. Supe algo, supe que este universo había sido creado con fines de juego.
La energía y la energía sexual, pensé, no se diferencian en absoluto. Toda energía es sexual, destinada a la reproducción de las especies en este esquema de carnes, sangre, huesos, neuronas, etcétera, etcétera. Pensé que la falta de sexo estaba generando en mí y en mis compañeros una evolución, porque la energía no se podía quedar tranquila y estaba fluyendo dentro de nosotros mismos en lugar de hacia fuera de nosotros. Pensé en ese instante que me encontraba bajo los influjos de una droga tipo LSD que me hacía vivir toda esta experiencia tipo LSD. Disparé que la evolución de las especie no era un adaptarse al medio sino un adaptarse a la energía sexual, saber administrarla, pero minutos después surgía en mí la pregunta "y para qué todo esto". Qué esperábamos todos para ponernos a culiar, igual era peligroso seguir en ese bote donde todo adquiría vida como por encanto, como por un afán científico o algo. Los minutos de exposición a ese sol salvaje me habían bronceado la piel al punto que era yo ya un mulato. Luego mi piel fue leopardeada. Sentimos que el lagarto comenzaba a aminorar la velocidad.
lunes, marzo 03, 2008
Sueño 3
Todos los problemas se solucionan cuando uno abandona la compulsión de percibir el mundo. Mi amigo carlober está pensando en este segundo en qué va hacer a la tarde, porque la verdad es que su organismo no es capaz de dejar de percibir el universo ni por un instante. A veces, cuando despierto en la noche abro los ojos para saber si el mundo sigue allí o desapareció, algo que no debería importarme creo yo.
Anoche sin querer, un segundo estaba en santiago y el siguiente estaba en Temuco tocando guitarra; creaba mis propias composiciones. Conocía algunas notas, pero alguno que otro dedo no me respondía; no era necesario, porque mi corazón sabía que esos dedos imperfectos eran lo maestro en ese instante para cantar. Más tarde estaba en un estacionamiento cualquiera, hablando con un viejo. Una fuerza que no sé definir me trajo de vuelta a mi departamento y luego otra fuerza que querré definir como piratería me puso en el estacionamiento nuevamente. Con el viejo se dio el siguiente diálogo:
¿Usted es un guerrero?
Mucho más que eso.
¿Un ser inorgánico?
En eso el viejo puso los ojos turnios.
Le iba a empezar a decir con vehemencia que si él era un ser inorgánico no teníamos nada más que hablar. Pero lo dejé que hablara él. El viejo dijo:
Yo también he oído hablar del mundo de los seres inorgánicos.
En ese momento yo me alejé unos cuatro pasos. Dije:
¿Y?
¡Nos quedaremos aquí para siempre!
¡No! ¡Nunca!
Ahí yo sentí que el que gritaba era uno que estaba medio dormitando en mi cama. Y era yo. Hoy en la ducha me cagaba de la risa recordando esto.