jueves, noviembre 29, 2007

La clase de yoga

Voy a desentrañar los misterios del universo. La caminata me hizo bien. Al cuerpo se le agasaja con sutilezas. El viento en la piel de los brazos. Los reflejos en la órbita de los ojos. La saliva en la boca. Una idea o enigma en la mente. El viento en los ojos y los reflejos en los brazos.

Atravieso la puerta y suenan unos cristales. Adentro todo sigue como si yo no hubiera entrado. Están cocinando. Subo corriendo las escalares, viendo mis pasos. Corro como en sueños. Abro la puerta y allí está ella. Sus ojos se me aproximan saltando. Nuestras caras se sonríen y luego se rozan. Un beso. Me recuesto en un lugar. Me quedo tranquilo. La torturadora está ahí.

Comienza la clase.

Al principio, la mente vuela con miradas, todo es tan absurdo. La idea es llegar a un trance. El reloj dice las 7 y veinte. Falta mucho. La voz de la torturadora es como miel. El cuerpo está libre y veloz. Los últimos pensamientos quieren ser trascendentales. Ya estamos en el trance. El reloj marca las 7 y cuarenta.

En la guerra de un ensoñador, hay un episodio en que se ve durmiendo. Todo eso sucede. La torturadora dice todo lo que siente. Creo que ella es libre. Han pasado algunas horas. La siento acercarse. Tengo los ojos cerrados. Sus manos tocan mi cara. O lo imagino.

Salgo a la calle pedaleando.