domingo, agosto 02, 2015

Cuando pasen

la única alternativa es escribir un texto gigante diciendo cómo me siento. De qué manera pongo el culo en el asiento y me relajo, cómo cruzo las piernas, qué hago con los brazos, adónde miro. Todo esto sobre una miríada de páginas, entrando en verdaderos detalles. Basta de nimiedades, basta de abrazos en el vacío. Trataría de tamizar algunas de las expresiones con metáforas casuales, rápidas, poesía de bajo presupuesto. No he invertido un peso en mi poesía en años y aquí tenemos las terribles consecuencias. Todos los libros de poesía me los han regalado, lo demás lo he buscado en google y ni siquiera he pagado yo la internet. Ha sido la internet de la universidad, del departamento que arriendo, de Costa Coffee, del bus. Si la poesía debe salir de algún sitio, ese sitio debe ser el fondo del alma y no de los bolsillos. O al menos esa parece ser mi consigna. En todo caso, como se dijo más arriba los resultados están a la vista. O aquí tenemos las terribles consecuencias, citándonos a nosotros mismos. Y hablando de nosotros en plural, como si efectivamente fuéramos varios. Cayendo en delitos imperdonables, en contradicciones suicidas, paradojas suicidas. También se nota la falta de vocabulario en la repetición de los adjetivos, un delito cuasi imperdonable. Repetición de los sustantivos con un ligero matiz. Mala dicción, reflejada en el papel. Todo en formato digital, todo saliendo de la punta de los dedos índices, casi de las uñas. Cero interacción con el mundo real, cero sangre en las letras. Borrando, corrigiendo, admitiendo errores porque se sabe que todo se soluciona con la tecla backspace. Poesía pseudo-cibernética, pudiera ser escrita por un algoritmo. Y nosotros nos vamos a pasear, como si efectivamente fuéramos varios. Imaginando, queriendo, deseando con todo el corazón ser varios. Ser capaz de acompañarnos los unos a los otros. Y en el fondo es como si cada uno de nosotros saliera solo. Como si estuviéramos en varios lugares al mismo tiempo. Como si bajáramos las escaleras y nos fuéramos cada uno en una dirección distinta, a dar una vuelta diferente. Y a lo mejor lo dejamos hasta aquí. Abandonamos el propósito inicial, cerramos el asunto sin haber dicho cómo nos sentimos. Ni como nos sentamos. Dejarlo todo en nada, abandonar el propósito, caer nuevamente en la repetición de un concepto que se usó dos líneas atrás. Incapaz de retener una idea por más de dos segundos, desprolijidad total, perfección en el uso imperfecto del lenguaje y de las letras. No esquivar ninguna trampa, caer en todas, cometer todos los errores con precisión suiza. Con precisión suicida. La precisión que se convierte rápidamente en imprecisión. Cómo nos sentimos, cómo estamos. La verdad es que yo, al menos, estoy maravillosamente bien. Si soy capaz de aceptar mis errores de tan buen grado, es porque estoy maravillosamente bien. Porque ayer (o el otro día, quizás) mientras esperaba que me pasaran a buscar, pensaba en mi vida y en que "estos" son los días felices. La espera se me hace fácil. Este, que estoy viviendo ahora, es el tiempo feliz. El que más adelante voy a extrañar, cuando pasen los años. Cuando pasen.