viernes, noviembre 10, 2006

no-escribir

Estaba kafkeando como cualquier tarde (con un ron) cuando de repente entró un ruido por la ventana. Lo miré y parecía enttero, a pesar de ahber venido volando de muiy lejos, de un país azulado y con azulejos. Lo saludé, porque le estiré la mano como en son de paz. Entonces lo llevo con el presidente. El presidente me mira de arriba abajo y me dice, usted, señor, está impresentable con esa polera sucia, magullada, zarrapastrosa. Cuando terminó de decirme todo eso, yo ya estaba en el ascensor rumbo al piso de arriba. De repente se abren las puertas del ascensor así de par y par, y está el presidente con un séquito de soldados de juguete. Usted no puede entrar, este es un ascensor no oficial, le digo yo. Y aprieto el botón para que se cierren las puertas, capturándole la nariz a la entidad presidencial. Luego el ascensor sube y por fin me bajo en el piso 5. Es un piso alfombrado. De hecho las paredes están alfombradas. De hecho viene el Braulio caminando por una de las paredes. Hola Braulio, hola. Yo voy a hacer caso omiso de esta irregularidad, ¿y tú? Yo también. Pero ambos nos reportamos contra el comité central. De hecho el comité central tiene una grabación de nuestro encuentro. Es un CD. Llego con mi CD a sentarme a mi oficina y resulta que apagaron la luz. Avanzo a tientas. ¿Eres tú, Rogelio? Sí, me contesta Rogelio con un hilillo de voz. Se te escucha suave, le digo para no parecer impertinente. Luego estoy en la máquina de dulces. El guardia me pilla. ¿Y Rogelio?, me pregunta. Chanfle, Rogelio. Se me había olvidado. Estos papeles hay que hacérselos llegar al Alejandro, del noveno piso. ¿Puede usted encargarse de este asunto?, le digo con mi mejor tono libresco. El guardia se ríe en mis narices. Luego parece enfurecerse. Hacemos el contacto visual más raro. Claro, mientras tanto usted va a tratar de robarse un dulce de la máquina. Lo he estado observando, señor… Eko, contesto yo. Señor Eko. Me parece absurda su actitud, tratando de robarse un dulce porque no tiene dinero. Otra vez la monserga de la polera sucia, desteñida, con el cuello por acá, etcétera, etcétera. Llega el presidente, por pura casualidad, y se ríe. Ambos empiezan a denigrar mi polera. Yo me quedo mirándolos como si fueran terrícolas. En eso pasa la Andreíta. Ahhh, que descanso para la vista. En seguida pasan unas sombras por el piso. Ahhh, que descanso para la vista. Hasta que se las traga la sombra del edificio. Continuará. Un beso y un abrazo a todos mis colegas lectores. Feliz cumpleñaos.