domingo, noviembre 05, 2006

Genaro Flawers (suma y sigue)

Años antes me había detenido a admirar esas copas. También me pinché la comisura de las uñas, y la aguja penetró capturando nuevos recuerdos. Estaba perdido en un bosque europeo, con miky, y no sabíamos por dónde salir. Lo más cómico era, sin duda, que la situación nos daba risa. Y miky no era su nombre verdadero, lo usaba para proteger inocentes, en mi mera memoria, contra quién los estaba protegiendo. ¿Contra mí mismo? No quería creer eso, vocé sabe que sho no tiene intenciones de ninguna especie. En lo que valía la pena pensar, eso sí, era en la extraña relación que tenían ciertos puntos álgidos de la piel con los recuerdos más breves. Pero tampoco, porque el mundo corría a la velocidad del viento, entonces en nada podía yo pensar sin que me dijera, a mí mismo, hey, manu, para qué piensas en eso. Se aproximaba una tormenta eléctrica tal como ahora se aproxima una tormenta y nadie me cree. He insistido en el asunto de la tormenta que se viene, he insistido sutilmente durante toda la tarde, y nadie se da por aludido. He variado los tonos, ahí es que me detengo a mirar esas copas, las mismas copas que miré años antes en el San Cristóbal. Copas de árboles en un baile desenfrenado, a gozar a gozar. No es chiste. Cuando la tormenta se desate, si todo sale bien yo voy a ir en bicicleta por el parquecito, cayendo a la deriva. Y si todo sale mal voy a estar aquí tecleando, o tal vez en el sillón durmiendo o tal vez soñando. Todavía hay cosas que no entiendo de los sueños, y qué sentido tiene que piense si nunca lo voy a resolver, tendría que pensar en los sueños, dentro de los sueños. Tuve que aprender a ser desordenado, a escribir como se piensa, y qué estoy haciendo aquí pensando. A lo mejor este mundo no tiene otra estirpe, a lo mejor este mundo es comprensión, nada más. Para qué si no tenemos la mente que no se corta, ayer pasé toda la noche pensando en sueños, soñaba con mis problemas personales. Con un vaso de leche, con una frase que no alcancé a decir que ya no me acuerdo, con una tarde en la playa donde buscábamos la medicina, toda la tarde sin encontrarla. Pensé toda la noche y luego desperté nuevamente a seguir pensando como la gran maldición, y amo ir a la deriva pensando en lo que yo quiera. De todas las cosas en que puedo pensar, sé que me conviene pensar en la gran hazaña del guerrero. La gran lasaña del guerrero. Y me canso fácilmente, y necesito descansar de este mundo de una vez por todas, y ahora me voy a dormir justamente para eso. A soñar, no a dormir, eso está mal dicho a mi entender.