martes, julio 31, 2012

La niebla


Sin la niebla no existiríamos nosotros, la luz.



El asunto es no planificar con tanta antelación y disfrutar los días a medida que van pasando. Y si es posible, disfrutar cada minuto sin pensar en el siguiente. Comprimir el tiempo. En una batalla por la vida, un segundo es la eternidad.

Cuando preparé el té esa mañana, noté que algo raro sucedía. No le presté atención y seguí con mis cosas, dejando que el té macerara. Empecé a sentir el ruido de una motosierra, viniendo de la distancia. Me asomé a mirar, incluso, por mi ventana que mira hacia el cerro; esperaba ver algún indicio de tala indiscriminada de árboles.

En ese momento comenzaron en mí, a tener lugar una serie de consideraciones sobre mi vida y el tiempo. Cómo éste pasaba, y cómo aquella se esfumaba, básicamente. Ninguno de mis amigos estaba a salvo de esa condición, y nadie en la Tierra, a decir verdad. Ni siquiera los elefantes, aunque luego estos son devorados por todas las bestias, lentamente, volviendo sus partículas a la selva y al ciclo orgánico terrestre. Hay un video en una página que no es youtube que muestra eso. Las primeras en llegar son las hienas y se comen la mandíbula; las hienas siempre llegan de noche.

Ahí supe que el ruido de la motosierra venía de la tetera, en donde se estaba cociendo el té. Algo raro había pasado cuando lo había preparado, y eso raro seguía pasando. No me atrevía destapar la tetera por miedo a que algo vivo estuviera consumiéndose allí. Empecé a escuchar la canción de John Lennon que habla de hacer las cosas un día a la vez. Mañana será otro día. Vivir el momento como si todo aquello continuara. Como si el mundo no se fuera a extinguir nunca. Es evidente que cuando yo muera, los gusanos se encargarán de transportarme. Mis moléculas se renuevan, no soy nunca el mismo. A qué aferrarme a mis moléculas, entonces.

El sonido de la sierra se había convertido en un trepidar que emergía del fondo de la Tierra. En medio de ese fenómeno estaba yo, no sabiendo si salir, si tener que escapar, si reaccionar ante la eventualidad de un sismo. En Europa no tiembla, dicen las autoridades. A no ser que estuviera temblando sólo en mi cerebro, o en mi habitación.

No quise salir a ver qué pasaba afuera. Me quedé sentado escuchando más canciones de John Lennon. Los hongos que había hechado en el té ya estaban en mi paladar, en los primeros sorbos. Ya pasarían a formar parte de mi estómago. Esos hongos seguirían viviendo en mí antes de esfumarse, al cabo de 6 a 8 horas (lo que dura un viaje espiritual). Yo seguiré viviendo en los gusanos un tiempo, y les daré un pedazo de experiencia psicodélica, antes de esfumarme por completo en la niebla.