viernes, noviembre 29, 2013

Vacío zen

--Me parece que se equivocaron de celda --dijo, y murió.

Luego se empezó a oír el agudo timbre, y luego, desde la calle, una alarma de auto. Manu había muerto, ``ya no va más'', pude haber pensado. Y sus últimas palabras habían sido esas. ¿No reconoció a su madre y a su hermano? No era posible. Conociendo a Manu, seguro lo había dicho con su qué. Nos había dado una última lección.

Salí a la calle, la lluvia me mojó la cara pero no me cubrí. Y la palabra celda, por qué, si estábamos en un hospital. Recordé este diálogo entre madre y Manu, años atrás.

Madre: Nadie ha dicho que eres tonto.

Manu: Bueno... yo lo digo.

Siempre nos había aleccionado, tenía cada salida. En el bus me fui escuchando una canción de Alpha, antigua. Una bella voz cantaba, susurraba casi, versos muy románticos en inglés. Me estremecí al pensar que no iban dirigidos a mí; era obvio, pero esa misma mañana, escuchando esa misma canción en otro bus, yo había querido creer que sí. ¿Qué había de diferente entre esos dos buses? Parte de mí trataba de resolver unos problemas muy complicados, cuasi matemáticos, relacionados con mi novia y el trabajo. Otra parte de mí escuchaba la canción de Alpha. Estaban tan separadas la una de la otra que resultaba aterrador alternarlas.

Cómo es posible que tan distintos grados de conciencia coexistan en mí.

Manu había dado con la clave. Se había alejado al máximo, justo antes de desaparecer para siempre. ``Me parece que se equivocaron de celda,'' el `condenado' no podía creer que su familia lo hubiese venido a visitar. No podía comprender el ser amado, el formar parte de otros. No podía concebir la posibilidad de que las canciones románticas fueran dirigidas a él.

Van dirigidas a alguien más. ``Baila con él,'' le había dicho Manu a la Prisci, y me había señalado a mí.