Estábamos todos sentados en nuestros respectivos puestos trabajando. Veíamos a Manu entrar de vez en cuando con su taza de café o de té humeante, luego volver a salir, momentos más tarde, balanceando la taza ya vacía, etcétera. Se le veía demacrado, y debo decir que cada vez que volvía a entrar su situación parecía haber empeorado. ¿Por qué insistía en ir a buscar ese brevaje y, por lo demás, de dónde o por qué medios lo estaba obteniendo?
--¿Qué es ese café? ¿Tiene malicia? --le pregunté en voz baja, haciéndome el choro.
Esto solo hizo sonreír a Manu.
--¿Qué es ese café? ¿Tiene malicia? --le pregunté en voz baja, haciéndome el choro.
Esto solo hizo sonreír a Manu.