martes, agosto 04, 2009

Villegas

Voy a contar la historia más real de todas; no se dude que pasó de verdad. Estábamos todavía en el colegio y el profe de educación física nos tenía un examen súper pelúo para pasar de curso. Así parte la historia. Hay que decir ahora que el profe de educación física era medio militar y que nos llevaba a una especie de patio de fábrica un día por la mañana, y nos preparaba una prueba diferente para cada uno, que se trataba de robar.

En verdad se trataba de cometer un robo sin que te pillaran. O sea el profe te decía lo que tenías que robar, dónde estaba y cómo tenías que entrar, y la idea era que uno cometiera el atraco y después el profe no encontrara ninguna pista, para pasar. No se crea que el atraco era con violencia, era una incursión furtiva, silenciosa, tocando sólo lo justo y lo necesario, sin gente adentro, colgándose y descolgándose de vigas, todo muy bien preparado. Parecía que el profe de educación física había hecho un trabajo de la puta.

Hasta aquí todo pasó de verdad, y lo que viene ahora también. Comenzamos a pasar los distintos compañeros. Resulta que a mí se me pasó un poco la mano con el asunto porque al final tenía que ser el arquero de la selección de Alemania, no voy a decir como llegué a eso o tal vez en otra historia, pero me comunicaba en inglés y las monedas alemanas eran una barbaridad. En fin. Teníamos un compañero que era muy querido por todos por lo discreto y porque era de origen humilde. Se llamaba no me acuerdo cómo. Y el profe de educación física no sé por qué no lo quería mucho. Le preparó una prueba en un sótano con unos sacos de un material súper caro y exclusivo y pesado que el compañero se tenía que robar, y sacar del recinto en absoluto silencio. El compañero lo lograba.

El asunto es que el compañero lo lograba y nadie sabía cómo. El profe, enfrentado a la humillación y a la pérdida del valioso material, retuvo a mi compañero y trajo varios policías a inspeccionar la escena del crimen; o del examen. No encontraron nada. La grabación de seguridad mostraba los sacos del material intacto y luego se cortaba; era como una mini película que bajaba por las escaleras. Con mi compañero nos fuimos a mi casa a ayudar a mi papá a mi terminar un trabajo. Acá se produjo un hecho extraordinario.

Estábamos trabajando y de repente llegaron los dos policías. Llegaron creyéndose la raja y demostrando que sabían algo. Mi compañero estaba trabajando en el patio con unos sacos que parece que eran los mismos que se veían en la grabación de seguridad. Sin embargo estaban vacíos. Luego, la cámara o la mirada (mi mirada, por ejemplo) se enfocaba en unas pequeñas cajas como de remedio que mi compañero tenía al lado suyo. Se veían extrañamente sospechosas. Creí resolver el caso. Revisé nuevamente la cinta de seguridad y bajé junto con ella las escaleras hasta los sacos puestos encima de la mesa. Los abrí. Allí estaba la fabulosa mezcla colmando el contenido, intacta, pura virgensísima. Sentí luces y ruidos en la parte alta. Venían por mí. Acomodé las cosas como pude; en 1 segundo abandoné la habitación, no podían saber que había estado allí –era sólo una grabación. Sin embargo, algo estaba cambiando los hechos y para mí la grabación se había vuelto el presente. Sentí unas cosquillas en la espalda.

Lo siguiente pasó a la velocidad del rayo. Subí por las escaleras secretas a la planta baja y salté el muro del jardín en dirección al paradero de buses. Había dejado todo en la escena tal como mi compañero esa mañana. No podía ponerme a esperar el bus pues despertaría sospechas. Decidí partir al bosque y quedarme ahí el tiempo que fuera necesario. Unos adolescentes jugaban a correr y saltar adentro del arroyo.

En algún momento, comprendí el significado de todo aquello y que mi compañero, el adorado y correcto Villegas, era un prestidigator. Con sus poderes, nos había engañado a todos para llevarse los sacos sin que lo notáramos. Su arte le permitía capturar y dirigir la atención de los participantes; a mí me había hecho creer que la grabación era de verdad, que era mi vida.

No sé qué procedimientos operaba Villegas para llevarse nuestro pensamiento y modificar nuestros mundos. Sólo sé que lo hacía y que eso lo ponía detrás de una pared de niebla, la cual nosotros no podíamos atravesar. Sé que los sueños no tienen una continuidad y que cuando la mente les pone una surgen historias como éstas, cien por ciento reales y cien por ciento escalofriantes y absurdas.