aquí ya no puedo preocuparme por los puntos y las comas, porque este sueño es eterno. Comienza cuando estábamos esperando al gigante, el hombre más alto del mundo, en la casa de no sé quién en un carrete con las no sé cuánto. Gente iba y venía y era imposible tener un orden de con quién se estaba carreteando, pero estaban las amigas de no sé quién que eran bellas y fáciles, y eso le daba un interés a todo el cuadro. De repente tocan la puerta y yo voy a abrir y sólo veo los pies de una persona en la oscuridad. “Soy el gigante”, dice una voz que viene de lo alto. Tranquilo, corro desesperadamente hacia las piezas en donde están los dueños de casa para contarles. “Hazlo pasar”, pero cuando voy de vuelta hacia la puerta el gigante ya está dentro. “¿Y usted nació así? No creo, ¿ah?”. “No, cuando niño era un niño normal; después tuve una enfermedad llamada gigantismo”. Pero este gigante era del porte de un edificio.
Lo tuvimos que instalar en un edificio de alta seguridad, en el último piso que por sí sólo era tan grande como un edificio chico, para que cupiera. “Anda a buscar al gigante”. Fui con dos guardias de seguridad pequeños como yo (o sea, convencionales) y subimos en el ascensor de cristal. Custodiando la puerta de la habitación del gigante había dos guardias de seguridad gigantes, pero no tan grandes como el gigante, que le dieron color. Al final los mandé para abajo, pues yo ya tenía mis hombres para la operación. Cuando se abrió la puerta de la cámara del gigante había un narco (gigante) que el gigante había apresado. Resulta que el gigante era un agente secreto importante. “¿Y dónde están mis hombres?”. Pero yo los había mandado para abajo. El narco se empezó a escapar y el gigante no tenía armas, pues confiaba en sus dos hombres; la cosa es que se arma una mocha con una pistola láser que salió no sé de dónde, y todo el gigantesco edificio se empieza a derrumbar.
Yo no sé cómo llego abajo, afuerita del edificio y veo que la cosa está mal, que el edificio pronto se va a derrumbar. Ahora entiendo que el gigante es un superhéroe y que su gigantismo viene de la magia, de algo que llueve en el cielo y que en el contacto con su piel lo hace gigante y bacán. Hay dos naves, que tienen nombres cursis, por ejemplo una se llama la gran y la otra la pequeña puerta del sol, y yo me subo en una de ellas que está estacionada delante del edificio (en la pequeña pongámosle) y trato de elevar el vuelo en ella. Es un típico helicóptero, pero voy tan rápido que definitivamente voy a chocar con la pared del edificio antes de poder elevarme. Así ocurre, y la pequeña puerta del sol, nave intergaláctica importantísima resulta destruída por mi estupidez.
Ahí decido que tengo que arrancar y comienzo a arrancar por una avenida hacia el centro de la ciudad. Ahora no sé si con mis ojos, pero soy capaz de ver en el cielo manchas de electricidad potentes, hermosísimas, en un espectáculo que nunca antes había tenido lugar en la tierra, y les saco fotos con mi iphone que van quedando espectaculares. Me cruzo con gente que camina hacia la dirección de donde yo vengo, y hacia allá está la tormenta, adolescentes fanáticos de los ovnis o de lo mágico. Me hago amigo de un grupo que va en la misma dirección que yo. Todos sabemos que está ocurriendo algo cercano al armagedón, pero por algún motivo apechugamos. A lo lejos se ven los osbtáculos que hay que pasar para seguir avanzando y uno de ellos es un círculo, dentro del cual, por su color, se entiende que tiene lugar una caballa distorsión temporal. Cuando entramos la distorsión temporal se trata de jugar al teléfono, de decirse una palabra al oído y ver cómo va cambiando (se entiende de qué estoy hablando, ¿no?) y mucha gente no entiende el juego y hay que volver a explicarlo.
Atrapados en esa esclusa del tiempo nos sentamos en unas sillas y se arma una especie de sala de espera. Al otro lado del vidrio mi papá está hablando con el director en retiro de la fundación en que trabaja para meter unas publicaciones en el repositorio principal. El director de la fundación no quiere y discute con mi papá, pero cuando llega donde estamos todos los contertulios esperando se hace el simpático. Se produce una situación muy tensa y mi papá lo único que quiere es salirse con la suya sin pescar y pasando por alto al director en retiro.
Bueno, horas después estamos en el estadio esperando el partido final de la copa del mundo, que va a jugar españa contra no sé quién. Estamos tan lejos que tenemos que ver el partido en unas pantallas como gigantes instaladas cerca de nosotros. Se alargaría mucho si explico todos los entretelones de cómo queremos cambiarnos de puesto para ver mejor, y yo estoy con una chica inglesa que es extranjera (obvio) y que es primera vez que está en un estadio y yo la apadrino y se comienza a formar una especie de romance.
Esto cambia a que estamos de repente en un bar, sentados en una parte cómoda y yo converso con esta chica inglesa ya decididamente utilizando mis armas. Mis amigos están dedicados a tomar cerveza, la conversación con la inglesa se vuelve muy agradable, ella calcula que yo tengo menos años de los que tengo y cuando le digo mi edad, que es un año más que la suya, se sorprende y se encanta. Ya la tengo casi lista, es mía más que de cualquiera de los que están en el bar.
Se va terminando. Estoy con mi papá en mi pieza viendo un video de youtube y él me dice que ese video es malo, que no se puede ver, y trata de convencerme de lo mismo. Yo le digo que no, que no podemos verlo los dos, o que él no puede verlo solo, pero yo si puedo verlo sin él. Y él se va pegando un portazo. Cierro la cortina pero se me cae y en eso entra de nuevo mi papá. Esta parte es muy real porque ocurre en mi pieza de la vida real. Con violencia mi papá me examina el párpado del ojo y me dice que estoy exagerando, que no tengo nada. Aquí él me comienza a desarmar con sus modos violentos, torna la situación en su favor, y me pregunta si estoy bien. Yo le quiero decir más de lo que le digo pero no se lo digo. Cuando se va yendo me pregunta seriamente si no estoy loco, porque su señora me encuentra un poco loco en el ente (por jugar con loco en la mente, de Cypress Hill) y ahí yo me tiro contra su pecho a llorar. Le digo que no me puede preguntar si estoy loco, y él me dice que le tengo que decir a su señora que me fue tranquilamente bien, sin exagerar. Yo pienso en decirle pero no le digo que no quiero mentirle, y la cosa se empieza a calmar.
Se me queda fuera del relato la parte cuando camino con mi hermana por un camino especial, una especie de desierto rojo durante 27 minutos y llegamos a un carrefour.