Ese día en Pirque había sido difícil, un día difícil aunque no se sabía por qué. Sol, piscina, familia, ni una nube en el horizonte y sin embargo a las tres de la tarde yo tenía la sensación de que la vida, estar vivo era lo más difícil que me había tocado enfrentar. Pude abrirme paso hacia la noche y hallarme de improviso sentado a la mesa, afuera, bajo las estrellas, entre un primo y una prima, bajo los árboles. Sauces, alerces y otros, debajo de cuyas hojas colgantes estábamos nosotros celebrando la vida imposible. Corrían las botellas de vino y las bandejas de ensalada de un extremo a otro de la mesa, por aquí y por allá; sonaba el timbre y yo me levantaba a abrir. Era Rodolfo, mi amigo personal, y venía terneado de pies a cabeza. Mi primo Lucas, que también estaba ahí --- aunque envuelto en otras actividades --- también estaba terneado y eso me convertía a mí en el menos elegante de la casa en ese instante. Dije que mi polera era Calvin Klein; dije que mis pantalones eran Adidas. Dije que mi tenida era más cara que las de ellos dos. Pero estaba mintiendo y se me notaba, porque tardaba mucho en decir las marcas... tenía que buscar la palabra en mi mente y no estaba precisamente en mis cabales, que yo recuerde.