miércoles, febrero 21, 2007

AZGUR

Bueno los brujos que existimos hoy en día vivimos en una casa o en realidad es un edificio de varios pisos en el que sólo viven brujos. Hay escaleras bacanes que te permiten pensar en algo simétrico y que comunican los cuartos de distribución de cada piso en los que siempre hay acción. Las puertas de algunos de los departamentos están siempre abiertas y hay gente saliendo y entrando, y todos metidos en asuntos dramáticos y veraniegos. Todo filete, en otra capa de la cebolla.

En fin, yo normalmente no sé muy bien qué estoy haciendo y casi siempre voy de piso en piso buscando mi departamento o un baño en donde poder meterme y darme una buena ducha, casi siempre sin saber que soy un brujo.

Ayer nos hicieron una especie de emboscada y nos metieron en la habitación de los móviles. Ahí empieza una exposición de la geometría del universo y por momentos pienso que era yo quien la daba, el asunto era que el expositor decía todo tal cual lo había escuchado de la charla en la que él había sido el oyente, y nosotros nos dábamos cuenta. Pero el caso de casos era, más bien, que el universo puede transformarse tan sólo con el acto de tirar un cordel.

Esto se explicaba mediante los móviles, y tras la demostración, una bruja que estaba en la asamblea, pero en realidad éramos cinco o seis, dice que las palabras matrimonio y maridaje se parecen demasiado y que la multi-geometría del universo es un asunto mental, y yo digo que no y digo:

“Esto es un cielo… y aquí hay un pájaro.”

Mostrando respectivamente una cortina rectangular de móviles que nos rodeaba y un origami en una de las aristas del cielo, que representaba un fino pajarraco. Luego, o más bien, antes, habíamos tirado el cordel que salía de un agujero en el techo y los móviles se habían reorganizado hasta formar el cielo con el fino pajarraco… ¡siendo que antes había una bandada de halcones o chacalotes volantes representada con esos mismos increíbles móviles!

HEBRAS DEL SOÑAR, DETACHMENT, YA NO HAY DUDAS.

Para nosotros normalmente es difícil lidiar con algo externo durante una lucha que dura toda una vida, pero eso sólo es algo que le gusta decir a la mente. Ya esa es razón suficiente para vivir enfocados en nosotros mismos y con la energía mayormente puesta en la cabeza. Lo increíble es que podemos enfrentarnos a cualquier fuerza externa gracias a una conducta radical denominada… no denominada nada en realidad. Ligada al intento.

Las hebras del soñar nacen y se acurrucan en la zona media del cuerpo y desde allí florecen cuando hacemos algo imposible. Cada vez más lejos, y nos obligan a transportar nuestra concentración a los alrededores del ombligo y a tratar de hacer cosas imposibles. A ponernos a elaborar planes para lograr cosas sin pensar en el éxito o el fracaso sino más bien pensando en la sensación que se produce en nosotros, sensación que es mezcla de miedo y alegría.

Cuando nos ponemos del lado del intento nos damos cuenta que es ridículo aducir razones para hacer o no hacer tal cosa. Se apodera de nosotros un extraño detachment, el desapego.

Siempre hay algo que nosotros queremos hacer con un deseo radical de hacerlo, de lograrlo pero es imposible. Decidirse a perseguir ese ideal escurridizo es unirse al intento (cada uno de nosotros tiene un vínculo y tiene hebras de soñar), y una vez que estamos en él, curiosamente nos olvidamos del beneficio personal y de todo lo que significaba ese objetivo para nosotros.

Hay un punto en que los brujos comienzan a creer que sus ensueños ya no tienen la misma fuerza, y lo que sucede es que están actuando sin observarse a ellos mismos. Al principio, todo se trataba de observar maravillados las formas de los sueños, hoy se trata de actuar sin sentido, movidos por las hebras del sueño que se están desenvolviendo en las alas del intento, es un abandono sutil. Ya el guerrero no sabe que es su doble quien opera. Ya no existe la duda de “quién soy yo, yo o mi doble”.