sábado, febrero 17, 2007

La tradición del intento

Es increíble cómo los guerreros aprenden a entenderse con un elemento externo, llamado el pinche tirano. Sus vidas diarias no se agotan en ellos mismos, sino que incluyen perentoriamente a una persona ajena a ellos, valga la redundancia. La ausencia de control sobre este elemento externo se compensa con una actitud radical que nace en el fondo de las tripas: el intento.

Es curioso que los guerreros la hayan llamado así. Esa fuerza no tiene nombre, puesto que está, como yo mismo dije, afuera de todos los sueños. El asunto es que la manipulación o el uso de la palabra intento en el vocabulario, por increíble que parezca, tiene que ver con esta fuerza.

La manera como yo lo veo es que, como los guerreros no tienen control sobre el elemento externo, solamente pueden intentar una acción que los lleve a sobreponerse a la tiranía del pinche tirano. Por ejemplo, yo sin posibilidad de obligar a que la B. me ame, solamente puedo amarla. Esa actitud, nacida del fondo de mis tripas, solamente tiene que ver conmigo, y sin embargo apunta a un ser que está afuera. Yo no puedo ser culpado de negligencia, puesto que yo estoy tratando de llegar a la B. a través de amarla. El efecto máximo tiene lugar cuando me doy cuenta que no importa el resultado de mi intento de amar, sino que importa el intento en cuanto tal. Con esa sola acción estoy cumpliendo con toda mi parte y puede decirse que estoy llenando los requisitos del intento.

Tomemos por ejemplo un caso que sucedió el otro día. Para San Valentín, yo invité a la B. a que saliera con nosotros, y a último término ella llamó para decir que iba a ir “a otra parte”. Luego inmediatamente nosotros sopesamos que se iba a juntar con R. Al volver a la casa, nos pusimos a ver unos capítulos de Heroes, que el S. recién había bajado, y yo me quedé dormido en el sillón y luego me fui a acostar a mi pieza. Al cerrar la ventana, vi a la B. y a R. sentados en una banca enfrente de mi depa, compartiendo una agüita mineral.

Al ver esa escena, mis pensamientos me dijeron automáticamente que yo estaba derrotado. Entonces entró en juego la frase siniestra:

El intento es lo que hace que un hombre tenga éxito, cuando sus pensamientos le dicen que está derrotado.

Yo no podía dejar de amar a la B. solamente porque mis pensamientos me decían que no tenía oportunidad. Yo tenía que, como guerrero, esperar un milagro, confiar en la fuerza que existe afuera, y suprimir todo pensamiento para vanagloriarme de la idea que con solo mi intento, yo ya tenía todo lo necesario para llenar mi existencia.

A ratos suena patético, pero es mejor no decir nada.