sábado, abril 28, 2007

Negocios de Amsterdam

Se me ocurrían endecasílabos inútiles al despertar, pero luego me daba vuelta y pasaban quince minutos en un giro cósmico por las frazadas, arrastrando la cama conmigo hasta ponerla con las patas apoyadas en una de las paredes, tapando la puerta. Me levantaba a abrir la ventana cada tanto porque vez que abría un ojo la encontraba cerrada, y por otra parte me levantaba a cerrar la ventana porque continuamente alguien la abría y entraba la brisa fresca del otoño. Aluviones de hojas secas que se estrellaban contra mi cara y yo no podía sacar los brazos de debajo de la frazada para defenderme. Más encima estaba durmiendo con una bufanda prestada que ahora está perdida en las profundidades de mi sobre. El endecasílabo que me acuerdo es: como que doy un beso sin entrar.

Soy poeta y a la vez a ratos se me ocurren nuevas propuestas estéticas que no puedo poner en marcha por culpa del transantiago, necesito irme de paseo un largo tiempo y dormir en las estrellas y solita se va ir formando la imagen de un nuevo género literario, sueño con hacerlo pero por mientras disfruto trabajando también los fines de semana. Ahhh mi vida si no fuera tan absurda yo diría que no tiene ninguna importancia, bueno, para qué vamos a entrar en asuntos.

Ser abstracto. Y no enfocarse mucho en el mundo ni en la propia vida. Pero vivir siempre con el agua hasta el cogote, con el quinto aviso de desalojo en el bolsillo, a punto de perder al amor de la vida siempre.