lunes, abril 30, 2007

Creo que caen como moscas

Lo primero que me gustaría destacar es que para aprender hay que guardar silencio. Años de silencio trajeron los antipoemas de Nicanor a nuestro mundo. Aquí hay que entender que estaban en otra capa y que el silencio de Nicanor le permitió escucharlos. Era una voz que los comunicaba año tras año, para las fiestas patrias, claro.

Por lo mismo, con las horas de silencio se resuelven los problemas. Una persona que se divierte en silencio (o gritando, que es lo mismo) ya no siente el peso de alguna pena pasada. Las penas son palabras que no existen dado que las producimos nosotros mismos, en vez de venir ellas directamente del infinito.

En este punto quiero señalar que venimos a este mundo para amarnos y luego morir, o al menos eso es lo que nosotros creemos. Pero ¿existe otra alternativa?

Todos nosotros somos seres rodeados de una infinita fuente de fantasía. Las relaciones que comúnmente establecemos con el mundo y con otros de nosotros no agotarían esta fuente en un millón de años. ¿Cuál es el sentido, entonces, de la interacción con otros seres?

Nada podemos obtener de los demás que no esté ya en ese pozo profundo del cual somos parte desde la matriz. Es belleza.

Estar concientes de esta ventaja que tiene la vida, durante algunos días y noches, nos va dotando de una especie de energía. Todos sabemos lo que es andar bien por la vida. La energía no tiene otro propósito más que acumularse. Pero algunas personas que tienen un exceso de energía optan por dar. Recibir la energía de otra persona tiene un atractivo infinito para nosotros. Una sonrisa, una palabra nos enganchan para siempre a una personita. Jiji.

No somos especiales. Nuestro corazón es adicto a la energía.

Por eso besos para todos.