domingo, diciembre 20, 2009

Le cumpleañóóóóós

Voy a seguir contando historias de países extranjeros, si se considera Chile como el punto de referencia y permanencia que ya no es tal. Me invitaron a un cumpleaños. Caminé en la nieve y llegué a mi trabajo. El cumpleaños era al otro día.
Mi jefe me dijo que desenvolviera unos computadores portables y yo creía que eran para mí. Qué cosas no.
Al final me dijo que los dejara en su oficina. Yo me fui mirando el suelo y sin poder entender. Al salir a la calle, el cielo estaba nublado y en el ambiente flotaban los pétalos de nieve. Al subir por el boulevars, no podía concentrarme más de 2 segundos en el espéctáculo sin igual, porque a los dos segundos volvía a pensar en el cumpleaños.
Había soñado que la cumpleañera le decía a su pololo:
-Este relato es muy bueno pero vamos a dejarlo hasta acá.


(Telón)







II
Nada psicológico, nada.
Bueno al llegar a la fiesta yo no me había vestido correctamente, incluso mi polerón del equipo chileno de fútbol estaba desteñido en una parte y tenía un hoyito en otra.
Me dediqué a comer de las bandejas llenas de panecillos y pastelillos suizos. Nadie me hablaba y yo no hablaba con nadie. En un momento dado fui al baño y cuando regresé me quedé en el umbral de la puerta.
Acto seguido salí al viento de la capital. Todavía quedaban manchones de nieve entre la multitud que corría de un lado a otro cantando. Busqué la boca del metro entre los pabellones de luces navideñas.






TREZ
Llegamos finalmente al meollo del asunto. Es decir, la escuela para ser pirata. En el primer capítulo había que golpear duro a uno de los nuestros. Se tiró por la borda y nadó hasta el muelle que acabábamos de abandonar.
Pasé por la cocina y me encargaron que trajera azúcar y algo más, una azúcar especial. Llevábamos días viviendo en el barco a pesar que no nos movíamos (el barco era el que no se movía). Llegué a la otra cocina y busqué azúcar encima del refrigerador. Me encontré con alguien que me dijo que no teníamos. Luego encontré el frasco oficial. Disolví la azúcar rara y especial en un té recíen calentado. Observé la reacción mientras volvía.
Habíamos atracado y nos bajamos. Nos informan que nuestras mochilas están en alguna de las muchas tiendas, y que tenemos que tener bolsas para traspasar nuestro equipaje en ellas (2 bolsas). Muy raro todo, pero no se nos permite cuestionar. Hay que comprar una artesanía en la tienda de al lado (para obtener bolsas). No veo a la luz de la luna las monedas que tengo en la bolsa, me acerco a la luz artificial de la tienda para contar. Entrego 20 céntimos por 2 euros. La vieja mira las monedas y las compara con las que tiene en un catálogo. Le digo que lo que yo necesito en realidad son las bolsas.

-Para qué quiere las bolsas?
-Para recuperar mi ropa. No nos dejan seguir con nuestras mochilas.
-Pero si eso es mentira.

Unos señores que están allí al lado visten sombreros de copa, traje y monóculo. Parece que son parte de la administración.

-Cierto que no es verdad eso que dice el muchacho? pregunta la señora
-Cierto, no es así, responden los señores. Pueden recuperar sus mochilas en la siguiente tienda.
-Bueno, le digo a la señora, usted ha sido sincera y los señores han sido sinceros. Falta que yo sea sincero y no tengo ningún interés en sus artesanías, yo lo hacía por las bolsas. Si me puede devolver mis 20 céntimos yo me iría inmediatamente de aquí.

Así seguí mi camino buscando mi mochila. La tienda de al lado era una especie de bestiario.

Llegué como por arte de magia a una ciudad y entré a un edificio de la administración pública. Dónde está mi mochila (ya venía un poco molesto). Me dijeron que mi mochila estaba ahí mismo.

La reconocí, roja con negro, 70 litros, apoyada contra una estatua griega. Comencé a sacar las cosas en busca de algo. Empezaron a llegar las gentes.

Creo que las atraía el contenido de mi equipaje. Miré a mi alrededor o eso quise. El espectáculo eran las calles de una ciudad desconocida en un planeta desconocido.

Ya sé. Hoy por hoy, la única manera de parar el diálogo interior es observando en torno.

La maravilla de la visión permite el paso de una realidad a otra al interrumpirse el flujo constante de pensamientos y sentimientos que nos atan a un mundo o a cualquier mundo.
Eso es ver.