jueves, febrero 07, 2008

Documento 16 conchetumare

Resulta que –voy a seguir dando la lata con temas místico.mentales– jesús era como un brujo de otro tiempo, un poco perdido en sus objetivos. Pero era brujo, porque justamente veía en los otros a sí mismo. Es decir, él era un experto en buscar su doble a través del sencillo acto de mirar a otras personas. Por ejemplo él veía a un abogado y decía yo soy ese abogado, veía a un vagabundo y decía yo soy ese vagabundo, veía a un rey y decía yo soy ese rey, veía a un jorobado y decía yo soy ese jorobado, veía a jodorowsky y decía yo soy Alejandro jodorowsky (para citar a un weón de peso). Por lo tanto, él llegó a la paradoja que caracteriza a todo brujo. La cual dice no importa la persona, no importa el físico ni la personalidad, todos somos el mismo individuo, en el sentido que todos estamos hechos de una energía que pronto se va a disolver. Escuchaba una voz y decía ‘esa es mi voz’. Veía a alguien reírse y decía me estoy riendo. Miraba un cántaro de agua y decía yo soy ese cántaro de agua; peor aún, veía una gota de agua caerse del lomo de una hoja y decía yo soy esa gota. Estaba todo el rato teletransportándose. Quizás no estamos de acuerdo con su afán tan protagónico (que por lo demás lo llevó a esa muerte legendaria) pero al menos yo reconozco que estamos cortados con la misma tijera y que yo soy jesús (me salió medio padre hurtado pero la cosa debiera tomarse por el lado más abstracto! Porfa!).

En fin, tengo que poner un par de cosas para dejar constancia de mi estado contractual: la mente es sólo un centro más para percibir el mundo, es recomendable dejarla por su cuenta y raramente hacerle caso; todo lo contrario a lo que hacemos muchas veces que es darle el sitio más preponderante y transformar todo nuestro ser en un simple discurso. Intentar es hacer sin hacer, desear sin desear, es hacer las cosas más con la voluntad que con la mente. Sin intento no hay brujería, porque nos volvemos como una hoja perdida al viento.