viernes, mayo 16, 2008

actualizando

Cada vez que hay un encuentro bacán al otro día estamos desesperados porque se repita, pero no sabemos que la libertad nos ofrece la posibilidad de revivir la experiencia con el polvo de los sueños. Los sueños dejan un polvo en nuestros ojos y por todo nuestro cuerpo, a veces recorre nuestra piel y el filamento de los huesos por dentro, que puede ser usado para viajar a la frontera misma de este mundo. En esa frontera nos encontramos con imágenes que antes no estaban por ningún lado, no estaban en la mesa ni en la calle ni en la caminata de cada mañana, si es que tenemos que salir a tomar micro o metro. No estaban en ninguna parte y en un momento inesperado, en un día aciago aparecen ahí los dibujos abstractos, las escenas recreadas como si fueran la vida misma, las alucinaciones controladas, el regalo del cosmos, el tesoro arrebatado a la isla de Lost. Luego los días se repiten con esa maravilla que empieza al cerrar los ojos, luego la maravilla empieza con los ojos abiertos, y descubrimos un sueño al apoyar de cierta forma poco clásica un pie, o al rozar algo con el codo o al estirar la espalda de alguna manera poco específica, aparecen las imágenes como una ráfaga que no alcanzamos a ver y que es como una energía que recorre el aire. No estamos anclados a lo que el mundo típicamente nos entrega sino que podemos llevar las cosas a un límite en que el mundo comienza a ser lo que nosotros queremos. A muchos no nos importa lo que pueda pasar en un mundo que no es el de todos, que no es el típico, y que por lo tanto es un mundo meramente personal, una fantasía de uno, una locura. Pero a algo en nosotros, a algo dentro no le importa cuál sea el escenario del juego de luces, si es el mundo de albert einstein, o el sueño más desolado de perico de los palotes; y ese algo lleva la batuta.