Muchas veces nosotros vivimos el mundo en tiempo real, lo que pase, tenemos que estar ahí para sufrirlo, y cuando el presente se hace pasado ya no hay más tiempo para revivirlo. Sin embargo, si volvemos atrás podemos sacar la verdad de las cosas. Hay una teoría muy asombrosa sobre la vida que dice que todo es recuerdo, tanto los recuerdos efectivos del pasado como también (esto es lo sorprendente) los instantes del presente. O sea, el presente también es un recuerdo, si se quiere, instantáneo, o sea el recuerdo del momento que acaba de ocurrir- vivimos por tanto recordando. Esto significa que no podemos cambiar el presente, pero sí podemos actuar como si lo vivido a cada instante fuera absolutamente necesario. Esto nos permite despegarnos del deseo constante de hacer algo con nuestras vidas, pero esta no es la palabra precisa (vida), más bien nuestro deseo es de hacer algo con nuestro mundo. El mundo no se puede cambiar, porque la energía que lo genera es infinitamente más poderosa que nosotros, que somos solamente la energía que lo experimenta y que lo percibe. Asimismo el mundo tampoco puede cambiarnos a nosotros. Lo que sí podemos hacer con el mundo es precisamente abandonarlo, lo cual suena choro, y visitar así otros mundos que tampoco pueden cambiarse pero que pueden borrarse de un momento a otro con la voluntad. Esto ni siquiera es una técnica para volar entre los mundos, puesto que aquello se hace con el sentimiento más sutil y no hay forma de documentarlo.
Además de la vida ser sólo recuerdo, también la vida también es sueño y por lo tanto, no podemos desesperarnos ante nada que nos ocurra en el tiempo real. Estas dos estrategias que tienen los brujos les permiten desentenderse de su historia personal y salirse permanentemente del complot de egos y amenazas que parecen nunca acabar.
