sábado, marzo 28, 2009

jamoncialis reload

"desde el horizonte venía hacia mí un auto de la policía"


Qué divertido. Era la enésima parada que hacíamos para nada, para estar afuera del auto, en medio del desierto (era de noche). Yo nunca alcanzaba a salir porque tenía que vestirme, me gustaba viajar en pelota y no encontraba ponle tú los calzoncillos en el portaequipaje que era mi habitáculo. Así debíamos reemprender rumbo siempre antes de que yo pudiera enterarme de cuál era el motivo de la detención; en fin.


EN LAS RUINAS:
El guía estaba viejo y no sabía o no quería decir lo que sabía; se parecía al tío sam, pero con un atuendo latinaomericano. En fin, empezó a hablar del pórtico de la ciudad prohibida, de varios arcos semi-derruídos que simbolizaban varias etapas. Yo ya había estado en esa ciudad y sabía, pero el guía no decía prácticamente nada. Luego subimos a la ciudadela (la ciudad entera no tenía 200 metros cuadrados) en el centro y entramos a la habitación de shiva y ganesha. El guía (reitero) pronto se aburría de decir cualquier cosa. En el lecho nupcial estaban los muñecos de ambas divinidades, aparentemente durmiendo la siesta bajo una colcha profusamente decorada. El guía nos dijo que reparáramos en la forma de guitarra que tenía el "techito" que había sobre; éstas eran culturas fiesteras, esas cámaras estuvieron alguna vez abarrotadas de comensales arrimados en los escaños.

De pronto empezamos a oír una musiquita que venía del espacio, no le dimos importancia hasta que estuvimos más bien solos; sólo quedábamos el grupo de los revoltosos (el grupo de los que toquetea las cosas), los demás (incluso el guía) se habían esfumado. Nos pareció entender que la musiquita era la sirena de la policía. Nosotros habíamos desordenado la colcha altamente decorada que se mencionó más arriba, profanado en cierta medida los muñecos de ganesha y shiva. Salimos al exterior; era pleno desierto, el auto no estaba. Nuestros amigos nos habían abandonado. En el horizonte vimos venir un auto hacia nosotros; distinguimos que se trataba de una patrulla.

Salimos al límite de la ciudad. La patrulla se acercó y se estrelló contra la reja que protegía el muro en ruinas. De adentro salió ratón (un amigo).

¿Todavía puedo participar?, fue lo primero que dijo.

Ante nuestra mirada divertida volvió a acotar:

¿Te acuerdas que estaba indeciso?

Nosotros no pudimos más y nos cagamos de la risa. Como soñábamos, nuestra risa no se registraba en nuestro cuerpo, sino en una dimensión inexacta que tendía a sacudirse. Era fácil reírse así.

No me acuerdo de más tallas pero sí que estuve gran parte de la noche riéndome de este modo. Al despertar, sentía un cosquilleo en todos los músculos.