domingo, marzo 29, 2009

Je suis un rever

Bueno después de un weveo descomunal muy grande finalmente entendí que estábamos en cuarto medio, en la época en que con los del A y los del C éramos como un solo curso y organizábamos una misa como cabros grandes que éramos. Al final de la misa que constaba de miles de partes habló moqui. En verdad lo que sucede en estos casos es lo siguiente: en el reloj oficial, pasa no más de 1 minuto, pero la actividad cerebral es tal durante ese minuto que creemos que han transcurrido heras. Cuando moqui habló era chistosa su madurez intencional y cómo al final se cubría un poco la boca con la chaqueta y no se le entendía nada, o quizás, al principio era notable lo bien que se le entendía todo. Habló cosas muy bonitas, pero al final nos reímos del tema de la chaqueta; nos reímos solapadamente, por lo bajo. Cuando en un momento hubo una pausa para hacer el cierre final, unas niñas del C que eran las que mandaban desaparecieron tras bambalinas y se produjo un momento de duda o vacío que yo aproveché para levantar la mano pidiendo el micrófono y preguntando si se podía hablar. Me dijeron que sí que claro, que obvio y tomé el micrófono y me fui adelante y empecé. Las niñas que estaban en primera fila eran unas del C que tenían mucho poder en esa época porque eran ricas y agrandadas, entonces yo esperé que el público me prestara atención. Algunos lo hacían y otros no, alternándose a ratos y nunca tenía la atención total de toda la asamblea, por lo tanto me frené varias veces, haciéndome el molesto. A mi izquierda, en primera fila tenía a la feña, la cual, digamos, es la mina más rica de todos los tiempos. Ella estaba dispuesta a escucharme pero también a hablar con su amiga de a momentos. En determinado momento dije que lo iba a decir todo de una buena vez, para terminar con esa situación insoportable, por los altoparlantes. Empecé a decir que la misa había estado muy bonita, pero que algunos de nosotros no habíamos prestado atención a ratos, ya conversando entre nosotros, ya cagándonos de la risa, y que eso probablemente o no había molestado a las personas que estaban adelante en ese momento. El haber dicho la frase cagarnos de la risa por el micrófono abierto, con los profesores y los padres presentes, en una misa y en un discurso oficial era para mí un pleno acierto. Pero luego las chicas del C, poderosas, que estaban adelante dijeron frases como ¿quién se cagó de la risa?, y entonces yo, como un orador experto, agarré ese feedback y dije que bueno, que si nadie lo había notado, entonces no importaba. Que, entonces, no iba a decir lo que pensaba decir. La asamblea se descontrolaba y yo estaba en entredicho como orador. La feña se reía mirando a su amiga y yo también me reía y en un momento lancé una risa por el micrófono mirando a la feña, que con su carisma captaba toda mi atención. Cuando hice esto ella estuvo obligada a reírse mirando a su querida amiga. Para finalizar mi discurso dije que daba lo mismo, que era para pedir perdón pero como nadie estaba ofendido, bueno, y me fui a sentar por la fila a mi izquierda, mi puesto quedaba más o menos lejos. Había triunfado en cierta medida sobre las niñas del C porque me retiraba con una sonrisa, y cuando me acercaba a mi zona mi gente del B se puso a vitorearme y yo los acompañé con un eeeee!!! que notaron las chicas del C. La feña, weon...