domingo, junio 12, 2011

pequeño relato a la manera de kafka

no se me ocurrió nada mejor, para tener pescado fresco por algún tiempo, que guardar un pejerrey vivo adentro del refri. Lo envolví en papel alusa para su perfecta conservación. Del refri lo pasé al lavaplatos y el pescado se me resbaló, pudiendo caer a la loza si yo no lo detenía con mi palma aplastándolo contra el borde. Corregí parte de la alusa que se había desprendido, abrí el refri y lo volví a meter. Si ese pescado hablara, antes de haber cerrado yo la puerta sin duda me habría dicho: "déjame morir", pero me lo dijo de algún modo con sus ojos. En todo caso la puerta se cerró y pude olvidarme del asunto hasta horas más tarde, cuando abrí para sacar un yogur.
Pero el caso es que yo me fui y el pez quedó en el interior. Yo tenía que envolver un regalo para un cumpleaños al que me habían invitado esa misma tarde. Manipulé papel, tijeras y scotch para cubrir una lámpara de velador. En ese cumpleaños me emborraché y dije chistes absurdos enfrente de personas a las que no conocía o que acababa de conocer. Al otro día me arrepentí pero pensaba que sin duda ellos ni siquiera se deberían de acordar de lo que dije o hice.
Ayer nuevamente me emborraché en una discoteque, pero fue producto de la timidez que me provoca bailar. Yo iba preparado para ir en hongos, pero no encontré los hongos en mi habitación de tan bien que los escondí la vez anterior que estuve en hongos. Hoy en la mañana sin embargo los encontré.
Quiero drogas, quiero estupefacientes, quiero irme de esta ciudad, quiero perderme en la vía láctea, en una volada interestelar escuchando...
Pero no.
Lo que causan las drogas es un movimiento de la conciencia. Hay dosis que sólo te llevan a la cuadra de al lado y luego tú te vuelves caminando, conoces más o menos. Otras te dejan en otro lado de la ciudad y ahí tú te quieres quedar, no quieres volver, te quieres quedar allí sin necesidad de hablar, sin la presión por hablar que provocan las sociedades modernas. Qué ... !