sábado, agosto 18, 2012

No, la película

Uno se va poniendo mañoso con los años, y con los siglos. Ya no deja que le peguen un garrotazo en la cabeza ni que lo bañen en una tinaja de madera en el patio. Uno necesita ir acorde con los tiempos, como dicen que dice Tomas Jefferson. Dicen que dice Martin Luther King que el amor es la fuerza más potente del universo. Yo vi todo eso en los memoriales de Martin Luther King Jr. y de Tomas Jefferson en Washington. Todos esos (más Washington) eran cabros buenos, ordenados, con ideas buenas. A ninguno se le iba a pasar por la cabeza arrancarse con el oro de los contribuyentes a México, pasar la frontera hacia Guatemala (en esos tiempos ya existía) y venir a instalarse, al cabo de un pequeño rodeo, a Chile con un pack de centrales nucleares. Ni se les pasaba por la cabeza que existiera el átomo, y si algunos de ellos lo imaginaban en sus más locas fantasías, aún no concibían que se pudiera dividir. Vivían tranquilos, con las patas en alto, limpiando el fusil en el porshe, antes de que el porshe se lo comieran las termitas.
Eran tiempos más simples, no se discutían los temas de actualidad, ni si la película del No es buena o mala (spoiler: en la película del no gana el sí.) Bueno, en todo caso yo prefiero vivir en la época en que vivo ahora, está Lana del Rey, hay Twitter, impecable. La luz del sol rebota contra la cordillera y contra las ventanas de un edificio y viene a dar a mis ojos (una manera linda de decir que está bonito el día.) El progreso consiste en materializar las ideas. En un momento existió el inconciente colectivo, con Jung, pero solamente como concepto. Hoy ya lo fabricamos, y se llama Internet.