lunes, julio 31, 2006

LA BATALLA DEL TOPIAX, fragmento

Esto es de cuando yo repartía pizzas en el mar. Me iba pedaleando por toda la costanera, buscando a mi aliado en la distancia y en las olas pequeñas. Una vez toqué la puerta en un departamento de viña y me abrió un ex-compañero de curso. Yo andaba con la chaquetilla azul con rojo de la empresa que no voy a involucrar. Cuando me vio, me hizo pasar con cuática. Adentro estaba todo, pero todo pasando. Había ambiente y había yerba en el ambiente. El departamento era eterno para atrás, y estaba lleno de gente. Las pizzas eran para los cerca de 300 comensales, con razón eran cuatrocientas pizzas. Yo me las había traído con la fuerza de la galaxia. Cuando las dejé encima de la mesa, la torre llegaba hasta más arriba del techo, cosa rara en este tipo de edificaciones.

-Y qué te habías hecho.
-He estado trabajando harto en esto de las pizzas. Me gusta.
-Pero pasa que te presento unos amigos.
-No mejor que sean unas amigas.

Y me llevó a un grupo de renacuajos liderados por un sapo gigante. Eran un grupito cerrado en un círculo debajo de una lamparita de pie apoyada en la pared.

-Manu, el ensoñador número 2.
-Eso fue hace tiempo.
-¿En serio?
-Hola, Manu.
-Hola, como están.
-No te creo. Tiempo que no se te había visto, Manu.
-Tantas lunas.
-No tantas, no tantas.
-Ahora reparte pizzas.
-Tanto como repartir, no.
-¿De verdad eres el número 2?
-Soy el número 40.

En eso una suerte de explosión tuvo lugar en el departamento. Una nube de gases reventó y un sapo verde, acompañado de una mandarina blanca, salieron disparados rumbo a las habitaciones. El departamento consistía en una sala gigantesca y un pasillo oscuro y desenfrenado. A ese pasillo se me iban los ojos no sé con qué causa. El sapo verde gigantesco que me había dicho lo de las tantas lunas, me pesca por el pescuezo y me lleva a una mesa de vapores. Allí hay de todo, bichos diminutos como enanos con pinzas y cucharones bailoteando en un mantel para nada desmantelado, como hechos una furia, y pequeñeces del porte de un estadio de gnomos, adentro del estadio de gnomos, un concurso de pequeña hechizería. El sapo gordo toma unas trompetas y las sopla. Veo, con espanto, que de la trompeta sale una manguera que se va a meter en una parte del muro y se lleva el sonido lejos.

-Así que tú eres el número dos.
-Sí pero me gusta bajarme el rango.
-La elegancia de nosotros, los guerreros águilas.
-No te veo muy águila.
-Sabia observación, Manu. Estás hablando con un ensoñador de los antiguos. Pero no tengo poderes.
-Lástima.
-Sí, lástima. Pero dime, a qué vienes a este departamentito pequeño.
-Te voy a decir la verdad. Vine a traer unas pizzas.
-Y qué sabes tú de las estrellas.
-Nada, que son inobservables.
-Has estado fuera mucho tiempo, Manu.
-Y puedo llevarme un grillo para la casa?

Pero los ojos se me van como sombras a un pepito grillo que revoloteaba en la mesa, al lado de unas poncheras con sangre gelatinosa. Me acerqué con la cabeza a escuchar qué decía.

-Llévame a mí mejor. Te puedo decir un par de secretos.
-Tienes cara de lagartija.
-Es que soy grillo por conveniencia. Tú sabes, los poderes de los grillos.
-Créeme que no tengo idea de qué me estás hablando.
-Llévame y te puedo dar una explicacioncilla.
-Creo que no tengo ganas de llevarme a nadie.
-De verdad eres flojonazo.
-Qué sabes tú de mí?
-Bueno, algo.

Pero en eso me estaba hablando también el sapo gordo. Al parecer, yo le estaba diciendo a todo que sí, porque iba embalado y envalentonado. Y yo le preguntaba cosas.

-Y de los acechadores, quién es el primero?
-Los acechadores también tienen su ranking, pero mantienen en secreto no sólo el ranking, sino también la existencia del ranking.
-Es obvio, puesto que el acecho es una práctica confidencial.
-Es confidencial y no. Verás, al igual que en el ensueño, en el acecho está todo permitido.
-Yo te puedo decir, por ejemplo, que ya sé que me estás contando todo esto porque quieres refrescarme la memoria.
-Así es. Tú todo esto ya lo sabes. Pero pregúntame otra cosa.
-Quién es el ensoñador número uno.
-Jajajajajaja. Eres vivo, Manu.
-Cierto. Eso sólo lo sabe el número 2. Quiere decir que todavía no me han superado.
-El ensoñador número uno es sánchez.
-Cierto. Yo creé a sánchez.
-Pero bueno, sánchez eres tú, no?

Al sapo gordo se le estaban reventando los botones de la camisa. Tenía en la mano derecha un báculo como de rey de alguna isla, y los labios regordetes de sapo se le iban hinchando a medida que hablaba conmigo y se reía de no sé qué cosa, porque yo no estaba ahí para divertirlo ni nada, pero él se la gozaba con mis aseveraciones. Me iba acordando de mi extraño poder. También al sapo se le hinchaban los goznes con el soplido de las trompetas que sin cesar efectuaba, y yo sentía lástima por el vecino recóndito que tenía que escuchar los resoplidos del súper sapo. Me fui deambulando hasta sentarme en unas súper butacas, como en la periferia de un grupillo que hablaba de rock melódico y tuk*.

-Agárrate es lo mejor.
-Agárrate no existe.
-Cuernos, cómo dices eso.
-Es que te prometo que nunca los he escuchado.
-Pero están en la atomósfera dos, por todos los cielos.
-De qué atomósfera dos, qué cielos.
-No tengo idea como la llamas tú.
-Yo no la llamo nada.
-A ver pero pónganse de acuerdo. Están muy enfermos.
-O muy poco enfermos. Acá está la atomósfera cuatro porsiacaso.
-Déjame verla.
-Toma, pero con cuidado.
-No te pares acá.
-Pero es lo mejor agárrate.

Changos, estaba metido en una charla de ensoñadores materialistas, me estaba acordando de todo y necesitaba salir lejos. Por otro lado, la visión de la atomósfera dos me llenaba de curiosidad, de una curiosidad que estaba guardada en una cápsula de mi mente. Pero ya estaba adoptando el discurso materialista. Veía cómo le pasaban la cajita al agárrate. Yo había compuesto parte de esa música en los segundos viajes. Pero cómo enfrentarme a esa cajita de madera, con cuatro puertas a los costados, una para entrar, otra para salir, otra para viajar, otra para descansar y dormir en paz. El diseño de karón, el perro loco o perro from me, toda esa carátula diseñada por mis ojos enfermos de tanta luz, tanta luz en el día, tanta luz nocturna. Los diseños del logotipo de las pizzas, cuando recién partía la empresa, buscando un nicho en el litoral central. Las formas que iban apareciendo y que me sacaban de quicio y al mismo tiempo, me sanaban o yo creía que me sanaban. Agárrate, conchetumadre.

-Esta es la atomósfera dos? Pensaba que era un árbol.
-Atomósfera dos o atomósfera cuatro. Qué te parece?
-Me parece excelente.
-Jajajajaja. Eres tan burdo.
-Es decir no me parece nada. Ya había estado aquí muchas veces.
-Pues bueno esto que escuchas es agárrate.
-Está vacilón agárrate.
-Falta mucho todavía. Después se pone funk.
-Bueno pues te creo. Aquí tienes tu árbol.

De momento, se me olvidaba todo y me ponía a pensar "pero qué árbol", y en seguida me acordaba un poco de algo y luego volvía a olvidar la película y decía "están así a causa de aquél árbol", y me daban ganas de tomar uno de esos frutos melancólicos y echármelo a la boca. Pero ellos disfrutaban de su sombra. Era sólo la sombra la que los hacía escuchar esa música. Por otra parte, si yo no me concentraba en la música, desaparecía de mis oidos. Así tal cual.

* "wevadas"