lunes, septiembre 04, 2006

Bikla como la noche.

Ayer llegué a una sala de clases y estaban dispuestos los puestos, mesas y sillas, en un orden sobrenatural. Finalmente me senté para no parar la clase y una compañera me empezó a hacer señas, diciéndome que me había sentado en su puesto. Yo ya no quiero pelear con nadie; con señas también, le dije que bueno que era broma.
Me senté en otro lado. Estábamos en una clase al más puro estilo artes plásticas. Los trabajos de mis compañeros eran espeluznantes. Yo tenía miedo y la impresión de que de cualquiera de ellos iba a aparecer un aliado. Un aliado es un espíritu sin cuerpo que se aprovecha de las formas para aparecer. En realidad, un aliado es una alma envuelta en profunda tristeza.
Como no pasaba nada, traté de obtener protagonismo portándome mal. Pero mi accionar no pasaba de ser una mímica hecha sólo para mí, o para los demás. En resumidas cuentas, no logré lo que me proponía. Al instante estaba de vuelta en otro lugar.
Me fui a la cocina a hacerme un pansito. Nuevamente trataba de pasar desapercibido. Pero Carlitos Oberg, que vive en el edificio de la otra cuadra, estaba de visita y no dejando pasar ni una. Mientras le echaba una suerte de paté intergaláctico, a mi oblea que era como un pan de otra tierra que yo aceptaba, pensaba que de pillarme Carlitos yo sería historia. Como lo ví por la puerta haciendo bromas, decidí ponerme en la posición del niño (sentado sobre los tobillos, frente apoyada en el suelo, brazos a los costados del cuerpo) y enseguida me dormí.
Fue suerte para los espíritus de la otra galaxia que no fuera una posición gemela, porque si no: hubiese temblado el aura. En realidad yo estaba durmiendo en la postura fetal, y la posición del niño no tuvo efecto alguno.

Bueno los dejo. Con la sensación de que no alcancé a decir nada.