viernes, septiembre 15, 2006

Lonely I wanna die.

En esa época grabaron Long Long Long con Lennon. El trabajo de John consistía en evocar con sus fuerzas misteriosas a una presencia, que por esos días rondaba la casa Triumph. Todos especulaban pero Michael, el anfitrión fanático de la banda, bromeaba y reía sobre el asunto en los almuerzos y en las cenas, que se sucedían con precisión inglesa.
En el comedor, Triumph tenía una cabeza de lo que parecía ser un buey, colgado a la usanza de los viejos cazadores. Michael remarcaba que se trataba de una fuerza mística unificadora de la casa, una especie de espíritu cargado (Michael era un consumado opiómano, dicho sea de paso). Para los beatles, eso era gato encerrado. Se miraban unos a otros mientras Michael gesticulaba y se reía con la boca llena. Querían abandonar la casa. Las exigencias de Triumph les estaban coartando la libertad que tanto disfrutaban en Londres y en sus vidas allá. El Maharishi les hizo llegar una misiva que transportó un indio de rasgos afilados.
Todos estaban coludidos en Rammamesh para darle a los beatles el susto de sus vidas. Cuando recibieron la misiva del Maharishi, exactamente a las 8 de la noche, los beatles estaban en ácido, preparándose para salir a dar un pequeño paseo y luego volver a grabar en el diminuto (diminuto, para las proporciones de los estudios de Londres y Los Angeles donde solían grabar) estudio, el único reducto de la india donde verdaderamente podían estar tranquilos y que los ataba aún a esa mansión que habían empezado a odiar.
El indio que leyó la misiva penetró hasta el vestíbulo vestido con harapos y sin calzado. Los beatles, en un estado lejano y tembloroso, no podían entender una palabra y cuando el emisario terminó, siguió un silencio incómodo que duró eternidades. En resumen la carta decía que el Maharishi invitaba a los beatles a participar de un taller de emancipación del alma, una suerte de perorata pública celebrada todos los días a la medianoche en una de las plazas de Rammamesh. Junto a una fuente (el emisario recalcaba este punto).

A veces, el ser humano se mueve guiado por el motor de su propia felicidad. Otras veces, fuerzas extrañas toman las riendas y el humano debe obedecer sin chistar. Los beatles habían alcanzado la gloria con canciones que eran el producto de su genio musical, de su irrefrenable amistad y de las drogas. En la india, un grupo de indios muertos (sí, es verdad, estaban muertos) habían estado planificando (¿se puede decir planificando?) una aventura para que la vivieran estos cuatro individuos que se hacían llamar los beatles. Cambiarían al mundo. Era un bola incandescente que se echaría a rodar cuesta abajo en la montaña, y nadie sabía, ni siquiera los indios, lo que esa bola podía llegar a tocar e inflamar para toda la eternidad.
("El Album Blanco", fragmento.)