miércoles, julio 04, 2007

Oriental Jump.

El otro día pasé la noche soñando y soñando. No hacía más que despertar para seguir soñando con mundos dentro de otros mundos. Mi objetivo era, primero, levantarme, y luego, dar media vuelta para encontrar a mi cuerpo tendido en mi cama. El que se levantaba era el mítico doble en sueños.

Bueno la primera vez partí lento. Soñé que establecía una conexión ilegal a Internet en la pega, y me hablaban de otro mundo. En mi computador en la pega hay documentos secretos, y en mi alma igual hay variables secretas que no pueden ser compartidas (1).

Luego desperté y soñé que me levantaba, y cuando me daba la vuelta para mirar a mi cuerpo, aparecía un pequeño juguetito-venado durmiendo en mi cama. Lo iba a despachar con ese movimiento clásico del dedo del medio con el dedo gordo, pero no quise.

Luego me desperté y fui al baño en forma indigna. Más encima había un carrete en mi casa y querían entrar al baño. Yo suplicaba que no entraran.

La cosa se puso buena cuando desperté a mirar por la ventana. Estaba lloviendo. Yo quería ver energía y veía las gotas de lluvia como cristales increíbles. Una voz me decía:

La lluvia es increíble en este lugar… por eso te traje.

Yo quería ver energía y no me resultaba.

Luego desperté y de nuevo me acerqué a la ventana. Traté de ver la energía de los brujos pero no pude. Apuntaba las cosas con el dedo meñique. Dejaba que mi cuerpo viajara para llegar al punto en que uno ve, pero nada. Grité:

Quiero ver energía.

Apareció detrás de un cristal una persona y estuvimos hablando. Me recordó que tenía que seguir las corrientes de energía del cosmos, y que ellas me iban a permitir ver o no ver, y que ojalá no se les ocurriera partirme la cabeza. Yo le dije que no podía ver y que me estaba desanimando, y quedamos en que yo debía intentarlo con todo mi corazón.

Salí corriendo y estrellé mi cabeza contra una pared. Atravesándola.

Me sumí en un universo y al salir de allí, estaba el negro hablándome nuevamente.

Está bien lo que hiciste, pero más tranquilo.

Me animó a que intentara disolver mi dedo contra una de las paredes de mi pieza. Las dos primeras veces mi dedo chocó como si estuviera en el mundo cotidiano, pero a la tercera el mundo de los sueños prevaleció. Enseguida, yo solito introduje mi cara en la misma pared y empecé a observar qué había adentro. En eso sentí que el negro estaba ocupando mi columna, o se estaba pegando a mi energía de ensueño. Girando hacia la izquierda le susurré:

Si eres un ser inorgánico, yo no quiero ir jamás a tu mundo.

Lo que pasa es que cuando hice la conexión ilegal (ver punto 1), yo no tenía nada qué decir. Eso estaba mal, pues yo buscaba establecer la conexión por las puras, sin un trasfondo. Entonces desperté y allí mismo decidí que la próxima vez que me quedara dormido iba a establecer la conexión y le iba a dar filo a los seres inorgánicos. Así, mi conciencia iba a ser sólo mía por el tiempo que me quedara de vida. Entonces le dije esa estupidez al negro. El negro, con suprema indiferencia, preguntó:

Por qué.
Porque no me gusta lo que estás haciendo.

Y desperté. Se me había quedado pegada la sensación de no tener mi energía.


Salto Oriental.
Al otro día, en bici, descubrí que yo quería ver energía transformando los objetos de mis sueños, y que eso estaba mal, pues la energía debía buscarla en mi propio cuerpo, adentro más que afuera. En este sentido, la clave era que yo tenía que soñar que despertaba en un mundo en el cual todo era de energía al tiro. Para esto, el intento debía ponerlo en el momento de viajar –porque uno siempre antes de despertar, viaja un poco, y en ese viaje, yo tenía que estar intentando despertar en la posición óptima de ensueño.