jueves, diciembre 27, 2007

hola todos

me despierto y lo que me cuesta de levantarme es tener que meterme en un disfráz tan ajustado. pero al subir el cierre que recorre toda la columna vertebral, veo que de cada vértebra emerge una cola de pez, de manera que me voy como nadando en dirección a la puerta para salir. Y avanzo en cámara lenta, con mis colas de pez danzando y repartiendo burbujas en cada punto en que se quiebra la escalera, o faltan peldaños y de abajo se sienten unos alaridos oscuros que dan risa. Muerto de la risa llego por fin al final de la escalera donde me espera mi conserje con una sonrisa, el conserje desprovisto de teléfono en el edificio donde nadie va de visita. Y apreto un botón que da la corriente y se desatan unos mecanismos misteriosos que terminan haciendo sonar una reja. Y así es como salgo a la calle con cara de trueno, como nicanor parra y roberto parra juntos. Y me decido primero a dónde ir, cada decisión es tan fácil como elegir si ir a la derecha o a la izquierda. Pero en este acto tan sutil, mi cuerpo gira y los peces dan coletazos azulosos y violetas en el aire, y uno de los peces abre los ojos en mi pecho, y son dos ojos conocidos pero extraños, como los ojos de nicanor parra, a quien, precisamente, desconozco en persona pero he leido sus versos, de manera que tengo derecho a reconocerlo en un sueño. Víctima del ahogo o de la ignorancia, el pez no puede ver a través de la camisa y me abro los botones como un latin lover centroamericano, y busco las oficinas de cencosud en providencia, adonde he llegado tras doblar muchas veces a la derecha o a la izquierda. Siempre a mi izquierda está el edificio nuevo milenio, en la esquina de la concepción con la concepción (?), en cuyas oficinas depositan sus instalaciones los ejecutivos de cencosud, a los cuales me quiero comer vivitos y coleando, a la parrila y con caracoles avanzando alrededor, caracoles fakires que puedan resistir el calor de la hoguera. Ya veo en el espejo del ascensor que mi simbiosis con varios peces me está cambiando y tengo la cara de los peces de porcelana que estaban en la cornisa de la chimenea de la casa de mi abuelo. Comparto el ascensor con un joven que abraza unos files, unas carpetas cafés, y mira levemente hacia el suelo. Su dolor es gigantesco y se baja para dejarme el ascensor sólo para mí. Entonces escarbo mi nariz, sólo porque tengo la oportunidad, y sintonizo en los botones de la derecha, presionando el 1, el 4 y el 6, la canción de violeta parra que hace tiempo vengo cantando. Se escuchan bombas explotar en los pisos a medida que sube el ascensor, y en el cielo del mismo se prende una ampolleta roja con las letras A M O R. Y suena una chicharra. Y se abren las puertas del ascensor.
Y se descubre la pez más hermosa que jamás haya visto.
De pronto estoy esperando en una fila que se abra una ventanilla para que podamos penetrar en una escotilla y luego de atravesar un túnel orgásmico llegar por fin al cine. La espera es tediosa y a mi lado hay un oficinista con cuerpo de oficinista y cabeza de pez. Orino ahí mismo, como si no existieran los baños ni la posibilidad de ser amonestado por tal acción. La fila avanza y hay personas adelante y detrás mío. Lo único que me importaría sería que apareciera una puta en algún punto de la fila, y con esa fijación los recorro a todos. Salgo de una puerta y tengo muchas puertas para elegir, en un pasillo. Sé por sueños anteriores que las de la izquierda ya las he probado todas, y así es como decido, con algún grado de increíble temor, abrir una puerta de la derecha en donde, desde unas literas, se encuentran cantando las sirenas su canto de atrapamiento. Antes de cerrar los ojos, una voz me dijo que me cuidara de todos los cantos sumamente hermosos, y de mi cuerpo salen tiritas como de papel de volantín que se quieren ir para adentro de la habitación.
En una habitación cúbica está el mono que activa el mecanismo para que suene la reja que abre la puerta de mi edificio. Simpatizo con él. En una ventana de su desktop está el video de vigilancia que protagoniza mi feliz conserje, sin otra responsabilidad que observar la grieta del suelo como si fuera el horizonte. Me atraviesan atardeceres en calles y plazas, y pensamientos sombríos y poéticos venideros, y los siento venirse.
Una de las claves de la brujería es el no-hacer (voy a pasar un poquito de materia) y consiste en no hacer las rutinas. Por ejemplo, mirar un árbol consiste en mirar solamente las ramas y las hojas, por eso mi recomendación consiste en mirar en vez de eso las sombras de las ramas en el cemento, y los espacios entre las hojas. Descubrirán que hay un mundo nuevo y una mirada nueva sobre todas las cosas de este mundo. Ya deja de ser el mundo poblado de los objetos que conocemos y se transforma en un mundo de luz y sombra, en donde cada mirada va dirigida hacia lo más profundo, y el cristalino está en su órbita máxima a cada rato. Es una forma muy especial de felicidad, que nace del cuerpo y no de la mente.
Lo otro: nuestra forma de interactuar con nuestros semejantes es muy rara. El conocimiento de cualquier cosa es algo que sólo dura unos pocos segundos. El conocimiento está atado a una mañana o a una tarde, y no se puede sacar de allí. Yo no podría escribir ahora qué tiene de tan rara nuestra conducta con nuestros semejantes, porque era el otro día que lo sabía.