lunes, diciembre 10, 2007

MEDITATION

En realidad, un escritor sufre porque tiene tiempo libre que llenar, me imagino yo, por eso escribe porque no tiene amigos o polola o trabajo voluntario o remunerado que hacer. me imagino yo, por eso escribe porque no tiene amigos o polola o trabajo voluntario o remunerado que hacer. Y le cuesta escribir, más encima, porque tiene que inventar algo que le dé en el gusto, a él, y eso no es fácil, porque uno muchas veces es mucho más imbécil de lo que cree y eso se ve en las letras, por eso la rutina típica de un escritor es llegar a su casa y escribir algo y que no le guste, y luego escribir muchos textos y que ninguno le guste. Y empieza a poner especial cuidado en poner los puntos seguidos y las comas, y piensa cada frase antes de escribirla, con la esperanza de que su pobre manejo del idioma no quede tan a la evidencia. Y a veces ve si repitió una palabra que dijo más arriba, sólo por inseguridad, y cada cierto rato se para a releer el párrafo que ya lleva escrito y cuando hace eso es fatal, porque toda la obra se desmorona, o mejor dicho pende de un hilo, es el momento de tambaleo general de la obra, cuando baja sus ojos por lo que ya lleva escrito y si todo va bien, sigue. Cuando el escritor (amateur, por cierto) lee su obra mientras la escribe, como retroalimentándose, es como uno de esos lectores fanáticos, que buscan o encuentran con cuidado algo entre esas palabras lesas. El escritor profesional posee mucho vocabulario y eso le permite disimular su estupidez intrínseca, logrando un mejor resultado que el amateur que además de tonto, el loco hasta escribe mal. Porque seguramente si no es escritor tampoco será un gran orador por lo tanto no es agradable leer su prosa, es como más o menos lo mismo que escucharlo. Aunque es distinto, porque cuando él habla se censura solo de tan mal que lo hace y uno generalmente escucha balbuceos de su boca, frases que no se completan o que no fluyen, en cambio el papel se las deja pasar todas y es un agrado para él por fin poder vaciar su mente, porque nadie lo escucha salvo el papel. Y debiera dedicarse a eso mejor, a escribir como terapia más que a tratar de hacer algo bueno, y dejar que su mente se vacíe y no cortarla, no censurarla sino que permitir que ella se exprese porque eso le sería útil, más que tratar de tener un libro en las librerías y que alguien lo lea. Le sería útil para su proceso completo, para ser mejor persona, porque a las finales uno quiere eso y lo de escritor es más como una obsesión, como un anhelo de la persona, y no algo que uno necesite para nada. La mente necesita decirse las cosas, y si no se las dice a las otras personas, se las tiene que decir a sí misma. Nadie la va a acallar, es como el pueblo, es decir por un asunto de cómo son las cosas en esta vida la mente tiene que decir las cosas como sea, una alternativa es encontrar en tus semejantes algunas orejas que se presten para el juego ridículo de la mente propia, otra es dialogar con uno mismo pero no la recomiendo porque es muy poco conciente y se disfraza de pensamiento, o de razonamiento que lo que hace es obedecer a una lógica y no acceder a un instinto de liberación. Y la otra es agarrar un computador o hasta un papel y decirse las cosas, o hablar lo que uno no alcanzó a hablar en el fin de semana. Eso es más honesto, los escritores no son honestos, son sumamente deshonestos, aunque el lector igual tiene la culpa porque cae en su juego, pero no es nada malo esto sino una forma de comunicación, la gente que lee como que sabe escuchar y compra también la pose del escritor que cuenta una historia, pero la verdad es que es un escritor que se despoja de su mente para vivir mejor. Otra cosa de por qué los textos son tan fomes es por esto mismo, porque el que los escribe no le basta con un poquito sino que necesita decir mucho, necesita que no lo corten tan luego, que lo escuchen harto rato aunque no tenga mucho que decir y se de vueltas siempre en la misma idea, ustedes se han fijado que esto pasa en los textos. Lo que encuentro terrible es ser novelista porque uno está obligando a la mente a hablar de algo en específico, y todos los días tiene que hablar de eso, aunque en realidad no es tan terrible porque el tema de la novela es uno que al escritor le gusta y que disfruta al comunicar, por lo tanto no es terrible sino al contrario. Pero de todas formas es como coercionarse a hablar de algo, pero está bien igual. Hay gente que hace de la literatura su trabajo y si es trabajo se intelectualiza más y se dedica mucho más tiempo. Por otro lado, a veces la gente hasta como que se ilumina escribiendo, y en el texto quizás se ve hasta un proceso en que el autor fue creciendo cuando lo escribió, y es muy notable, porque las horas que el autor dedicó a escribir un párrafo fueron muy totales y de tocar una pieza distinta, de conocer un nuevo espacio un nuevo pedazo del tablero y de tocar una pieza nueva desconocida, y eso es lo bonito de la literatura, porque en la literatura hay cosas calculadas pero también hay poemas que dan cuenta de una iluminación del autor para que se le ocurriera, o bukowski, que escribía curao y en sus textos a veces se reflejan esos pensamientos tan dulces que aparecen en una borrachera, porque el loco lleva la infección alcohólica a las letras y uno leyendo se contacta con él y se siente un poco borracho también, lo que pasa es que uno no lo sabe. Lo mejor que puede lograr uno yo creo es cuando a veces relee lo que lleva escrito y se encuentra con cosas que no se acuerda que dijo, magia pura y escalofrío porque eso significa que la mente estuvo por un instante sola, por su cuenta, y que al autor logró separarse de su mente por un instante y eso es iluminación aunque el lector no lo sepa. Aunque a las finales, el lector sabe todo lo que pasa aunque no sabe que lo sabe y se falsea a sí mismo para caer en la ilusión novelesca, la del weón que está leyendo un libro. Por eso lo que uno tiene que hacer para escribir es lo más fácil, no preocuparse de nada y dejar que fluya, y en una de esas llega a ser como pablo neruda que se dejaba ver en sus versos, y el weón era un guerrero sudaca, o nicanor parra que cada verso que escribe es para reírse del anterior porque el loco tiene puras ganas de reírse solo y eso hace en sus poemas, reírse solo y uno se ríe con él. He amado a esos dos weones. Al final, cuando cree que lo que lleva hecho es más o menos interesante se prepara para cortarlo y para darle a su texto un carácter casi mítico, y releerlo después unas cuatro veces y encontrarlo bacán, y ahí comienza la peor parte porque uno quiere a su texto, y no lo deja solo por un instante, y lo acompaña y lo lee para que el pobre no esté solito, y hay que cuidarlo un buen rato y uno pierde segundos valiosos que podría estar usando por último comiendo, y uno pierde también energía o tiempo que podría estar usando para fluir y pasar a otra cosa, que no sea el texto, y uno se queda atado en sus texto acompañándolo y venerándolo. Y es difícil salir de eso, casi imposible es terminar un texto y dejarlo botado, a su suerte, uno necesita escucharlo un tiempito más. Porque la mente es así, necesita que la escuchen y cree que lo que ella dice vale algo. No puede ser de otra forma, si el mundo en que vivimos está gobernado por la poderosa mente. Entonces uno hace a la vez de emisor y receptor, como loquito.