miércoles, diciembre 05, 2007

REAVER

El camino a la libertad está hecho de silencio, y no es broma, por eso escribir tiene una ventaja respecto a hablar, una ventaja como de media nariz de gusano troglodita. Los gusanos trogloditas son orugas que viven en otro planeta y alcanzan a medir como el porte de dos autos chicos, sin cola, puestos uno delante de otro como remolcándose, y son bichos muy nobles. La ternura es lo de ellos, se acercan y se dan besos en la parte de adelante que es lo que más se le podría llamar boca, y luego giran y se van a 1 por hora porque son lentos. La vegetación es selvática, hay lianas por las que se desplazan unos monos de gran madurez o sabiduría, algo así como los humanos de acá pero sin lenguaje hablado. Como siempre tienen grandes asuntos, el movimiento de lianas es rápido y continuo y los monos las atraviesan con expresión de nobleza en sus caras, llevando la misiva correspondiente al mono que tenga que escucharla.

Los gusanos además disparan bombitas azules con las cuales defienden su planeta, pero lo hacen más por instinto que por un afán de violencia y de rechazar al otro. La belleza de estas bombas es peculiar, y al mismo tiempo extrema, porque recorren el paisaje oscuro de ese planeta y van a dar millas más lejos, volando como pájaros al atardecer, y si uno consigue una roca alta desde la cual mirar las copas de la selva se pueden ver las bombitas azules emergiendo de algún punto y yendo a volar lejos hacia el otro confín del planeta, hacia su objetivo como un avión que se va volando y que al rato desaparece. Y si se tiene suerte, el objetivo está un poco antes del horizonte y se escucha el tronazo de la detonación, y los pájaros se conmueven y emergen finas voces, de pájaro, acusando el impacto y volando en lontananza sin mayor dirección. Y se ilumina un pedazo de horizonte con un tintinear azul, como de estrella pero en pleno día, y uno se percata que ya hay unas pocas estrellas en el cielo de ese planeta maravilloso. Y uno no quiere despertar, porque a pesar que no conoce a nadie en ese mundo se está tranquilo y uno observa las luces que acá no existen, porque tiene el tiempo que acá no existe. Los gusanos trogloditas tienen el tiempo de una estrella. Se dice que la conciencia de ese mundo está dominada, en el sentido que ocupan un alto porcentaje, por los gusanos trogloditas y entonces se entiende que haya tanta lucha y tanta belleza junta, porque los gusanos esos son incomparables.

Una vez yo caí de suerte en ese sendero que lleva al corazón de una jungla pero otra vez fue la que salí del bosque y estaba como en un edificio hecho de pura naturaleza, con terrazas que eran de piedra y con destellos de vegetación entre las rocas, un lugar perfecto para vivir. Y me acuerdo que me acosté en un pedazo de caverna en donde entraba justo mi cuerpo y a los dos lados veía un precipicio que ya no podía ser más inmenso, y me daba vértigo y luego me abandonaba a dormir ahí mientras se desataban unos terribles acontecimientos. En primer lugar, un ataque aéreo estaba preparado contra un país fronterizo que era casualmente el único país con frontera levantada en ese planeta. Yo no podía hacer más que dormir mientras los aviones se acercaban a su objetivo que quedaba como a dos kilómetros del lugar de mi caverna, en un territorio ya bastante peligroso donde yo podía ser sorprendido y desafiado a mango. Luego no supe qué pasó con las sondas exploradoras y con los aviones que iban a detonar un maleficio y una guerra. Al poco tiempo volví a esa caverna y vi de nuevo los aviones alejarse hacia mi izquierda, listos para su misión que era el ataque que yo había dejado de lado por descansar y vivir en esas piedras. Me había enamorado de ese paraje, a pesar que no iba a poder hablar con nadie en mil millones de años, o en lo que durara mi existencia. Sin embargo, y esto era lo maravilloso, yo podía obtener información direcamente de mi observación del amplio paisaje y saber los detalles de cómo iba la guerra, cuyos detalles a nadie podía contarle pero los sabía, y me los contaba a mí mismo que estaba durmiendo y soñando con toda esa cuchufleta, y el yo que soñaba sabía de los entretelones por el yo que vivía en esa caverna al borde del más gigante precipicio y forever.

Por otro lado yo trataba de buscarme un bonito lugar donde vivir en la capital, o en alguna otra ciudad del mundo cualquiera que ésta fuese, y concentraba gran parte de mi energía en buscar opciones como irme con mi viejo a francia o pasarme a inglaterra o comprarle el depto a mi tío o comprarme otro depto más nuevo o en la calle libertad, y recorría la calle libertad con ese tipo de pensamientos que mi mente necesitaba pensar y yo la dejaba por unas cuantas horas al día. El resto de las horas me preocupaba de ver subrepticia y sorpresivamente las sombras de los árboles en el suelo y de unificar las enseñanzas impartidas por Lord Voldemort. En los tiempos de gran intensidad de pensamiento las enseñanzas no parecían meras estupideces sino que cobraban un sentido que no era sólo intelectual, sino práctico.