lunes, octubre 13, 2008

SHIO LE DOY

Ella ya me ha visto en mi faceta tierna, la que ha vuelto locas a las pocas que caen, ella ya sabe que puedo darle infinita ternura ‘y que puedo mirarla así’, ella me coquetea, su coquetería es no detenerse nunca frente a mí ‘ni frente a nadie’, es pasar riéndose tal vez.

Estas claridades no soportan el análisis más último (que es el de la voluntad) y se desvanecen por sí solas a medida que se escriben, son sólo un espejo delante de los ojos, son palabras y argumentos para no hacer algo, porque son palabritas a favor funcionan así como palabritas en contra.

Como el viejo que cuando viejo seguía teniendo los mismos problemas que lo asolaban en su juventud, se suponía que toda una vida de prácticas lo iba a dejar convertido en un ser suprarracional, pero esto no era así, el viejo tenía achaques y arranques de estupidez igual que cuando era un simple joven, no había cambiado en nada. Su lucha seguía siendo la misma, sólo que había cambiado el enemigo, y su gran mérito consistía en que no había dejado de luchar nunca, en que justamente nunca iba a dejar de ser el idiota que se revolvía en sus propios papeles, en sus propios ritmoi.s Y la verdadera lucha de la vida consistía en no dejarse ganar nunca por esa idiotez intrínseca, y sin esa idiotez no éramos nada, no éramos nada si no teníamos al menos 1 enemigo indestructible, con el cual poder luchar toda la vida y después de la muerte. Porque sólo para luchar contra él sacábamos la gracia y ardíamos por dentro. Era una forma de ver la vida.