lunes, marzo 05, 2007

En la rama

Creo que hay una forma de enfrentarse a la muerte. Mientras pensaba en mi colchón nuevo (enroque de 3 puntas: mi hermano se fue; el socio se cambió a la pieza grande; yo adopté el colchón) miraba mi brazo. Sus colores me hacían pensar en que algún día me disolvería. En algún momento, tirado en el colchón, yo debía aceptar eso.

Como cuando la Naty sacaba el colchón a la terraza de Caburgua en la mañana. Y mis sentidos se quedaban enredados en esa posibilidad de estar, de sólo estar. Mucho rato descansando en resortes. Sentir que por fin había pensado lo suficiente, y que mi mente podía descansar.

Es fuerte en mí el comando de pensares. No tengo ninguna necesidad de bailar. A veces tengo la necesidad de cantar. Como cuando canté con Silvio el sábado en el Arena (!), o como cuando canto bajito en mi cubículo Javiera Mena. En algún momento pienso que el verdadero fluir del universo tendrá que parecerse a la música. Porque es tan agradable ella.

A veces pienso que dependo sólo de mí mismo, y que mi felicidad no tiene fondo. Si fuera bolsa sería inservible.

Estoy aprendiendo a aceptarme así como soy. Mortal. Y la forma de enfrentarse a la muerte era con humildad. Ya volveré al colchón y miraré mi brazo y diré “va a desaparecer, qué bacán”. O algo por el estilo. ¿Ven? Cuando no me someta a mis pensamientos ni a nada, cuando tenga un segundo para decir “esto es lo que soy”. Así por lo menos tiene sentido para mí.