viernes, marzo 23, 2007

Qué pasó exactamente en Ámsterdam

Me acuerdo que estábamos en un caminito de tierra, y que yo quería hablar con la Beba, y que mis colegas brujos no me dejaban. Seguro que fue muy divertido, pero yo no me acuerdo. Yo creía que estaba en un sueño, y por eso andaba tan hablador y resuelto a hablar con Beba.

Me acuerdo que entonces conquisté la joya que sólo existe en el soñar, y que estaba, como en los libros se dice, al costado de mi costilla derecha, casi afuera de mi cuerpo. Entonces los brujos, amablemente, me permitieron decirle a la Beba todo lo que me estaba pasando. No me acuerdo qué le dije.

Seguimos caminando por el caminito nocturno. Había luna llena, y yo, en mi borrachera, la veía difusamente, como clonándose en dos lunas gemelas. Me puse a hablar de mí mismo, pero echando mano a categorías eternas.

Un brujo tiene que aceptar que en su propia vida hay cosas que él no conoce. Fragmentos de sueños perdidos en la conciencia, qué pasó exactamente en Ámsterdam, abarca cosas que no se pueden razonar.

Yo caminaba bajo la luna doble y mintiéndole al cielo, gritando una cosa que según yo era cierta, que el tiempo todo lo cambia, y el tiempo mismo cambia. Era innecesario, porque de verdad, la joya me alumbraba cuando yo caminaba en silencio y sosegado.

Al final parece que se cansaron, porque me pusieron en la parrilla de la bicicleta y yo me fui en calidad de bulto, viendo el pedal girar como en ensueños mágicos.

“¿Beba?”, preguntaba.