viernes, junio 06, 2008

La lluvia primordial

Ayer no llovió, en la tierra. Camino al trabajo tampoco llovió. Se veía la catedral, de lejos. En la cima de la catedral había una efigie de la virgen santa, con los ojos como ausentes. Una paloma salió volando de ahí.

Caía la tarde. En la casa, namekusei estaba a punto de explotar. Llamaron por el citófono para que fuéramos a ver una gotera en el piso de abajo. Llamaron varias veces, el citófono sonaba en toda la casa. En el hall del primer piso había un gato. Se ocultó entre unos arbustos. Lo seguí, con mi bicicleta.

Carlitos iba a dormir afuera. Comimos pastel de choclo antes que se fuera. Luego namekusei explotó. Me fui a mirar el cielo un rato. Ni rastro. Se escuchaban voces de niños, jugando. A esa hora. La vida es sólo un resplandor.

Ayer no llovió, en la tierra. Me caía y me caía la lluvia primordial. En el sillón del computador, tenía la impresión de estar totalmente seco. Estaba con una chomba azul, la tenía colgada de la puerta del clóset, llena de diminutas esferas de agua entre los haces de lana.

Salimos a tomar un trago. Me sentía a mis anchas. Había un piano, en un rincón. La lluvia cae en la ventana. Alguien empieza a tocar en el piano, pero no sabe, y la melodía es dulce. Dulce en cada nota. Miro a los ojos a la que nos atiende. Las gotas avanzan como hormigas por la ventana, pero la lluvia no entra. Han pasado casi 2 horas.

Epílogo: a pesar que no llueve, en la luna está lloviendo y esa lluvia golpea contra mi ventana. Y crea la ilusión de un mundo.