martes, agosto 19, 2008

insular

Estos últimos días he estado a punto de desaparecer, sin embargo aparecí en una portada de diario y eso dio por el suelo con todo el plan. Con el plan en el suelo embarrando el niu luk de la casa, decidí poner la alfombra azul pelosa encima para que se cubriera todo y se olvidaran las cosas, y al desenvolverla encontré a mi viejo que llevaba envuelto días. Una noche llegamos y él se puso pesado y se quedó a dormir en la alfombra, al otro día fue la señora que me ayuda y me llamó a la oficina para decirme que mi papá estaba ahí. Por “ahí” yo entendía claramente la alfombra, pero era un supuesto y ahora me doy cuenta que yo no me di cuenta que lo era porque estaba en una reunión. Con las palabras justas le dije a la señora que me ayuda que procediera no más con el cambio de alfombra, y la señora no hayó nada mejor que envolver a mi papá y dejarlo parado en el clóset con la puerta cerrada por fuera y atrapado.

Al desenvolver a mi viejo le preparé un café y le pregunté por qué se había puesto tan idiota esa vez, no había querido irse a su casa y me explicó que su perro lo tenía dominado como un niño de 3 años dominaría a su madre. Cuando mi viejo se estaba acercando a la reja el perro saltaba cada vez de un sector distinto y le mordía el brazo exactamente en la misma parte, mi viejo me dijo que el dolor era insoportable y cuando se arremangó yo preferí no ver. Miré por la ventana y vi los angelitos que se mueven a esa hora en la parte baja del colgador de ropa, peluseando entre los calcetines colgados disparejamente. Tenía 40 calcetines guachos en el cajón de mi clóset y el número aumentaba cada día, todavía no empezaba a preocuparme por eso.