lunes, enero 09, 2012

Chile 2012

esto es de cuando creímos con mi viejo que había vida en otros planetas. Fue en la plaza Ñuñoa, en un local poseído por una francesa. Hasta acá, cero por ciento fantasía.

Empieza mi viejo a hablar de la crisis económica en Europa, no sé por qué. Yo se lo debo haber preguntado, porque, para variar, me encontraba que estaba poco informado al respecto y que no iba a poder hablar con propiedad del tema en una tertulia, cualquiera. Para variar, yo imaginaba tertulias en mi mente y aguardaba el advenimiento de tertulias que nunca se producían; quería hablar y explayarme en medio de un grupo de personas que me escucharan. Pero, llegado el momento, sólo me limitaba a sujetar mi vaso y a escuchar.

Nunca creí real el hablar para varias personas, solamente podía hablar para una o dos. Sobre todo, para una. Solamente podía decirle a una persona algo que ella debía escuchar, y la misma frase casi nunca la debían escuchar dos personas, por lo tanto casi nunca le hablaba a dos.

En fin, mi viejo sabe mucho y se informa bastante. Pero esta vez, dijo algo que en años de habladurías nunca había dicho. Se notaba una evolución en su pensamiento, pero era una evolución que lo aproximaba a la locura. Dijo que una de las maneras en que podía resolverse la crisis mundial, era a través del descubrimiento de vida en otros planetas. ¿Por qué? Pues porque entonces dejaríamos de mirarnos tan dramáticamente el ombligo.

Por fin mi viejo coqueteaba con la senilidad, algo tan importante en el pensamiento. ¿Han escuchado hablar últimamente a Jodorowsky? Está cada vez más ga-ga. Pronto vamos a poder empezar a reírnos de él, en vez de tomarlo seriamente o de reírnos de sus ocurrencias, con él.

De mi viejo nos venimos riendo hace tiempo, los 4 hermanos. Hasta aquí, aún cero por ciento de fantasía. Pero entonces comienza lo que yo imaginé que pudo haber pasado luego, cuando me volvía a mi casa en la micro del Transantiago (ya empezamos a mentir, puesto que me volví en metro). Yo a mi viejo le decía que yo le podía asegurar que existía vida en otros planetas, pero que no tenía la prueba científica. De eso se trataba todo, de que la NASA u otro organismo diera con la evidencia científica de vida en otros planetas. Entonces el mundo iba a cambiar. Pero yo, y acaso otros, ya habíamos cambiado en la dirección en que el mundo necesitaba cambiar para paliar la crisis. Porque sabíamos, a través de sueños de una realidad absurda, que había vida en otros mundos. Lo habíamos comprobado. Habíamos hablado con esos habitantes.

Entonces, le decía yo a mi viejo, quizás ni siquiera se necesitaba la evidencia científica, sino una revolución individual en cada habitante de la Tierra. Que todos ellos, incluído él, hicieran lo que hice yo: subirme a una palmera y colgar cuatro días y cuatro noches como un coco. Hasta que finalmente, mi propio peso me obligase a caer 900 mil centímetros. Y sobreviviera.

Mi viejo me miró como si la caipiroska se me hubiera subido a la cabeza. Era el caso.