había un incendio en una fábrica de químicos en India. El fuego ascendía hacia la atmósfera. Los que inhalaban el humo caían presa de un extraño trance que les hacía confundir la realidad: todo se agitaba a su alrededor, las formas perdían las formas; el problema era que todo esto no era una simple alucinación. Las visiones de estos afectados de verdad destruían el mundo. El humo infestado parecía tener voluntad propia y su intención era devastar la Tierra por completo. Un grupo de sobrevivientes habían construido un hatch en un punto del planeta para resistir a esta amenaza. Sin más seres humanos que contaminar, la epidemia se había detenido cuando cerca de un 50% de la Tierra estaba reducida a escombros. Los refugiados habían logrado producir un holograma de la Tierra y se la veía como una manzana a medio terminar: faltaba una enorme porción. Los que se hallaban refugiados ya no podían ver la luz, so pena de inhalar este fatídico humo y destruir otro poco más del preciado planeta. No había una estrategia clara de cómo combatir la amenaza, sólo se trataba por el momento de resistir. El hatch se veía desde el cielo, era como una pequeña ciudad de círculos concéntricos. Los que la habían construido eran los mismos que antes de que comenzara la película luchaban contra Crang, el extraño monstruo venido del infierno. Clara ---llamémosla Clara--- había sido acusada de ayudar a Crang y no la habían vuelto a ver, pero ahora volvía. Ella y yo nos sentábamos en el suelo, en un pasillo, a discutir la estrategia para derrotar a Crang. Sin embargo nos dábamos cuenta que ya no luchábamos contra Crang, sino contra el malvado humo que horadaba la Tierra. Nos habíamos confundido. Ya no había razones para excluir a esta amiga del grupo. Los cabecillas que todavía la odiaban estaban ahora duramente cuestionados. Un nuevo ciclo amanecía.