Yo me inclino a pensar que existe el inconciente colectivo tal y como lo define Jung, pero esta creencia mía es más un asunto de gusto personal que el fruto de verdaderas pesquisas científicas. Esta situación podría explicarla muy bien Humberto Maturana [citation needed]. Para Maturana, las teorías no son menos valiosas por el hecho que nazcan de la emocionalidad, y de hecho ésta es la única fuente de todas las teorías, según él. Decidí creer en el inconciente colectivo, sospecho, luego de leer y aceptar las explicaciones de Carlos Castaneda (que éste pone en boca del personaje don Juan Matus) sobre el tonal y el nahual. El tonal, adoptando el lenguaje de la psicología, sería lo conciente, y el nahual lo inconciente. La metáfora de la isla (lo conciente) rodeada por un mar infinito (lo inconciente) es reemplazada en el discurso de don Juan, que ocurre en un restaurante, por la mesa (el tonal) y todo el resto (el nahual). No llegamos a definir el nahual, en el sentido de que no llegamos a posicionarlo encima de la mesa, como podemos hacer con Dios, el mundo y cualquier otro objeto racional. Del mismo modo, el inconciente es inasible (es, en palabras de Jung, "verdaderamente inconciente"). Aceptar su existencia, sin embargo, nos pone de un humor especial, nos llena de sentido por un instante, y ésta es la principal razón, no la constatación objetiva de un hecho, repito, lo que nos convence de que probablemente sí exista el inconciente colectivo.
Hasta ahora he mezclado, sin querer, los conceptos de inconciente e inconciente colectivo. El inconciente colectivo es la parte del inconciente que queda fuera del ámbito personal, y en este sentido coincide plenamente con el nahual, que se encuentra, como dice don Juan, "afuera de nosotros".
La demostración objetiva de la existencia del inconciente colectivo podría remitirse al hecho de que todos hemos llegado, separadamente, al concepto de triángulo (y coincidimos en su definición) a pesar de que no existe ningún triángulo 'objetivo' sobre la tierra. El triángulo, entonces, habría estado primero en nuestra psique, la cual lo habría obtenido del inconciente colectivo. La simpleza de este argumento puede conducirnos a la aseveración siguiente: el inconciente colectivo es una verdad tan evidente que no necesita demostración.
Es necesario explorar ahora el concepto de energía psíquica en Jung. La energía psíquica es lo que continuamente se traduce como pulsiones o deseos o impulsos originados en la psique. Las pulsiones desencadenan o tal vez emplean la energía psíquica para manifestarse. Pulsiones y energía psíquica son un todo y no pueden separarse (Nietzsche). La energía psíquica es como su contraparte física, existe en cantidad fija en cada uno de nosotros y no puede perderse ni crearse. Sin embargo, surge el problema de qué ocurre con la energía psíquica una vez que el individuo muere. Esta parece ser una de las preguntas fundamentales de la existencia. Responderla no es sencillo, pero si conservamos la coherencia con el principio de conservación de la energía psíquica, entonces podemos afirmar que una vez muerto el individuo, la energía psíquica pasa a integrar el inconciente colectivo. Toda la energía se iría entonces al inconciente, no quedando nada en el terreno de lo conciente. La definición que comúnmente se entrega del inconciente colectivo coincide en cierta manera con este conjunto de imágenes no asociadas a ninguna conciencia individual. La siguiente teoría no resulta entonces descabellada: toda la energía proviene del nahual. La existencia humana se reduce a una transferencia paulatina de parte de esa energía al tonal, y su posterior también paulatina restitución. La teoría mística de la reencarnación cabe, aproximadamente, dentro de este paradigma. El objetivo de la vida humana sería entonces la acumulación de imágenes en el inconciente colectivo, lo cual coincide plenamente con el siguiente enunciado de don Juan: "venimos al mundo a acrecentar la conciencia de ser".
Hasta ahora he mezclado, sin querer, los conceptos de inconciente e inconciente colectivo. El inconciente colectivo es la parte del inconciente que queda fuera del ámbito personal, y en este sentido coincide plenamente con el nahual, que se encuentra, como dice don Juan, "afuera de nosotros".
La demostración objetiva de la existencia del inconciente colectivo podría remitirse al hecho de que todos hemos llegado, separadamente, al concepto de triángulo (y coincidimos en su definición) a pesar de que no existe ningún triángulo 'objetivo' sobre la tierra. El triángulo, entonces, habría estado primero en nuestra psique, la cual lo habría obtenido del inconciente colectivo. La simpleza de este argumento puede conducirnos a la aseveración siguiente: el inconciente colectivo es una verdad tan evidente que no necesita demostración.
Es necesario explorar ahora el concepto de energía psíquica en Jung. La energía psíquica es lo que continuamente se traduce como pulsiones o deseos o impulsos originados en la psique. Las pulsiones desencadenan o tal vez emplean la energía psíquica para manifestarse. Pulsiones y energía psíquica son un todo y no pueden separarse (Nietzsche). La energía psíquica es como su contraparte física, existe en cantidad fija en cada uno de nosotros y no puede perderse ni crearse. Sin embargo, surge el problema de qué ocurre con la energía psíquica una vez que el individuo muere. Esta parece ser una de las preguntas fundamentales de la existencia. Responderla no es sencillo, pero si conservamos la coherencia con el principio de conservación de la energía psíquica, entonces podemos afirmar que una vez muerto el individuo, la energía psíquica pasa a integrar el inconciente colectivo. Toda la energía se iría entonces al inconciente, no quedando nada en el terreno de lo conciente. La definición que comúnmente se entrega del inconciente colectivo coincide en cierta manera con este conjunto de imágenes no asociadas a ninguna conciencia individual. La siguiente teoría no resulta entonces descabellada: toda la energía proviene del nahual. La existencia humana se reduce a una transferencia paulatina de parte de esa energía al tonal, y su posterior también paulatina restitución. La teoría mística de la reencarnación cabe, aproximadamente, dentro de este paradigma. El objetivo de la vida humana sería entonces la acumulación de imágenes en el inconciente colectivo, lo cual coincide plenamente con el siguiente enunciado de don Juan: "venimos al mundo a acrecentar la conciencia de ser".