martes, octubre 04, 2011

calle ₪


Yo no tengo miedo de caminar por los campos de otro planeta (vayan entendiendo el “ritmo” de esta narración), porque vengo de Sudamérica. En Bolivia pueden ocurrir las cosas más extrañas. Por ejemplo, puede ocurrir estar en dos lugares al mismo tiempo. Yo no quiero asustarlos, pero la selva allá está loca. Loca de remate. Uno de esos dos lugares puede ser en este mundo; el otro, tal vez. El concepto de realidad es distinto desde que el avión aterriza en Santiago o desde que el barco atraca en Valparaíso. El concepto de realidad es otro en esas tierras. Igual como el concepto de la realidad es distinto en India y en Europa. Muchas cosas pasan en la casa, pero muchas más pasan en la playa.
Para el sudamericano, puesto que la selva allá despide algo que se mete por las narices, el individuo no es como un objeto que pisa este terruño. El individuo es el universo y una multitud de mundos habitan en él (en él o en ella). A través de tensar el ojo como quien tensa una cuerda, el individuo sudamericano puede atravesar una serie de planetas y llegar a donde nadie nunca ha ido. Yo no tengo miedo de ir a un planeta en donde ningún ser humano ha puesto el pie jamás. A mí, me protege una entidad que vive en la selva y que atraviesa selvas y selvas a lo largo de todo cuanto se pueda llamar el universo.
Esa es nuestra verdadera identidad como sudamericanos. El mestizo español americano ha desarrollado una crisis de identidad y ha manifestado que esa crisis es su identidad. Hemos vendido esta imagen a diestra y siniestra y los europeos nos creen eso, nos creen problemática histórica de los últimos 5 siglos. No es así. Nuestra verdadera esencia viene de antes que el colonizador pusiera un pie en las costas del mar Caribe. Es esta certeza de que hoy, esta misma noche, viajaremos a donde la estrella que palpita allá en el cielo traza y alberga sus senderos más recónditos. Es la certeza de que somos una multitud de células que flotan en una tempestad, y que esa tempestad adopta a cada instante la apariencia de un mundo. Esa es nuestra verdad. No lo digo sin que un escalofrío recorra mi espalda.