el hecho de que esté aquí escuchando una canción de Paul McCartney no tiene ninguna relevancia, o en último término sólo yo le daría relevancia. Es una opción personal, poner de relieve las cosas que me pasan, las cosas que hago con mi vida. Me comí un completo al almuerzo, salí a pescar el fin de semana. Eso no le importa para nada a nadie que esté en el otro lado del globo, en Fiji. Esa gente que no me conoce, o la gente que está en otro planeta, nunca va a poner de relieve lo que yo hago. Y sin embargo yo pongo mucho de relieve todo lo que yo hago.
En el fondo, repito, es una opción personal que yo tomo. Bien podría no darle ninguna importancia a nada de lo que hago. Podría darle a mis acciones la misma importancia que le dan los que viven en Fiji. Podría vivir mi vida externamente, como si estuviera en Fiji en este instante. Pero decido vivir mi vida como si todo lo que yo hago fuera trascendental.
Y la verdad es que no estoy muy seguro de que nada de lo que hago sea demasiado trascendental, ni siquiera para mi propia vida. Puedo cumplir con mis obligaciones básicas sin concederle la menor importancia a mis actos, y seguiría vivo igual. La manera de graficar esto perfectamente sería con una película. En una película, lo que sucede en la película que se está exhibiendo en la sala del lado no cuenta para nada. Pero en la sala del lado, todo lo que sucede en esa película que están exhibiendo allí tiene una importancia capital. Lo curioso es que en ambas películas puede estar trabajando el mismo actor, y en un lado hará cosas que en el otro no importan. Si ese actor fuera conciente que está en dos películas, y seguro que lo es, su cabeza explotaría en mil pedazos. Pero como son películas, no le preocupa demasiado.
Si fuera la vida, y si ese actor fuera una persona, y se diera cuenta de repente que ha estado viviendo dos vidas, ahí sí que explotaría su cabeza. En el buen sentido, porque si lo que hace en una vida no tiene ningún sentido en la otra, nada de lo que hace en ninguna tiene sentido en cuanto tal. Imagínense que hubiera infinitos mundos en este universo y que nosotros pudiéramos pasar de uno a otro con una habilidad secreta de la conciencia. Podríamos vivir distintas vidas. Supongamos además que los mundos fueran tan desacoplados como el sueño y la vigilia, por ejemplo, es decir que estando en cada uno de ellos fuéramos completamente ignorantes de que existen los otros. Sería una pasada, como dicen los españoles.
Pues eso es lo que me pasa a mí. He cambiado de sueños tantas veces, y he comido tantos hongos, que ahora no sé si este mundo es definitivo o si es uno de muchos. No sé si en la sala del lado están exhibiendo otra película en la que en cualquier momento yo puedo entrar.
En el fondo, repito, es una opción personal que yo tomo. Bien podría no darle ninguna importancia a nada de lo que hago. Podría darle a mis acciones la misma importancia que le dan los que viven en Fiji. Podría vivir mi vida externamente, como si estuviera en Fiji en este instante. Pero decido vivir mi vida como si todo lo que yo hago fuera trascendental.
Y la verdad es que no estoy muy seguro de que nada de lo que hago sea demasiado trascendental, ni siquiera para mi propia vida. Puedo cumplir con mis obligaciones básicas sin concederle la menor importancia a mis actos, y seguiría vivo igual. La manera de graficar esto perfectamente sería con una película. En una película, lo que sucede en la película que se está exhibiendo en la sala del lado no cuenta para nada. Pero en la sala del lado, todo lo que sucede en esa película que están exhibiendo allí tiene una importancia capital. Lo curioso es que en ambas películas puede estar trabajando el mismo actor, y en un lado hará cosas que en el otro no importan. Si ese actor fuera conciente que está en dos películas, y seguro que lo es, su cabeza explotaría en mil pedazos. Pero como son películas, no le preocupa demasiado.
Si fuera la vida, y si ese actor fuera una persona, y se diera cuenta de repente que ha estado viviendo dos vidas, ahí sí que explotaría su cabeza. En el buen sentido, porque si lo que hace en una vida no tiene ningún sentido en la otra, nada de lo que hace en ninguna tiene sentido en cuanto tal. Imagínense que hubiera infinitos mundos en este universo y que nosotros pudiéramos pasar de uno a otro con una habilidad secreta de la conciencia. Podríamos vivir distintas vidas. Supongamos además que los mundos fueran tan desacoplados como el sueño y la vigilia, por ejemplo, es decir que estando en cada uno de ellos fuéramos completamente ignorantes de que existen los otros. Sería una pasada, como dicen los españoles.
Pues eso es lo que me pasa a mí. He cambiado de sueños tantas veces, y he comido tantos hongos, que ahora no sé si este mundo es definitivo o si es uno de muchos. No sé si en la sala del lado están exhibiendo otra película en la que en cualquier momento yo puedo entrar.