jueves, octubre 05, 2006

Hola

Hola, soy mañungo vera. Quiero darles las gracias a todos los que han venido hasta esta pocilga. Gracias. Acto seguido quiero despedirme. Ya no voy a ser más mañungo vera.
Voy a ser el que caminó por la casa. El que anduvo corriendo las cortinas, el que se mojó la cara. Sí, es verdad, el que se mojó la cara con leche del plato del gato. El plato del gato dice miau. ¿Dice miau? Pero el plato del gato no habla. Solamente dice escrito en una parte del borde la palabra miau.
Cuando lo vi me resultó muy extraño. Tuve que releerlo para darme cuenta cabalmente de que ésa era la palabra. Pero más extraño era que yo me hubiera mojado los ojos con esa leche, y que me hubiera despertado por decirlo así.
Estaba sumamente confundido. Yo no suelo arrastrarme por el piso. Se me hacía amenazante la figura del gato, negro, con los ojos como platos, etcétera. Me lo imaginaba observándome desde debajo de una silla, enfurruñado entremedio de las patas de la silla. Me reí en ese momento. Me puse de pie y caminé rumbo a mi cama.
Me quería acostar en la misma posición en la que estaba durmiendo. Me puse como de espaldas, pero tres cuartos. Y me van a creer que, por varios minutos, no supe para qué lado voltearme. Claro, si yo no tenía cómo diablos saber cómo diablos estaba durmiendo yo en el otro lado.
El caso es que me puse como a sentir suavemente. Me tincaba un lado. Pero el queso es que no podía descartar plenamente el otro. Así me fui girando de a poquitito, achuntándole por supoto, hasta que desperté brígidamente. Me habían faltado como veinte centímetros de giro para quedar igual igual. Y ya les voy a decir yo que eso no era poco. No era nada poco.
Aquí la cosa no termina. Porque ahora se me ocurrió decir: soy el que caminó por la casa, soy el que se mojó la cara, y en seguida me vienen como unos calosfríos así. Me viene como un miedito en la watita. Soy un brujo de la nueva escuela. No tengo tiempo para jueguitos de espanto, no tengo tiempo para absolutamente nada.