martes, octubre 03, 2006

Me quedo con lo positivo de la experiencia

Me quedo con lo positivo de la experiencia. Porque qué sentido tiene acordarse de una tarde pelando habas. Preferiría estar haciendo cualquier otra cosa en la tierra. Pero esto no digamos que me abre muchas posibilidades.
Pelar habas no es, si se quiere, una cosa común, algo sobrenatural hay ahí. Me acuerdo que estábamos a la sombra de un árbol, ulmo o lo que sea, la única sombra de la pampa. Era un sitio gigantesco con cerco, perro, zanjón, agua y un árbol. Yo me habría convertido en cualquiera de las seis cosas. Sin embargo estaba pelando habas. La cosa se hacía insoportable si no conversabas, y yo tenía al Saúl ahí para hablar de las cosas divinas.
A las seis terminaba el turno y había que partir con bombos y petacas a la hacienda. Se llamaba la hacienda porque quedaba lejos. Y me acuerdo que yo me fui a la delantera, porque estaba decidido a cantárselas claras al patrón. Iba a poder conocer al patrón. Era una mano que acariciaba el lomo del gato. Y el Saúl, quedándose en la retaguardia, parecía estuatua de cera. Y yo lo miraba cada tanto dándome una vuelta completa. Y ahí tenía que caminar un rato para atrás, para captar la mirada del Saúl. Era una mirada que no decía nada. A salvo bajo la sombra del gigantesco ulmo.
En la copa del ulmo había un detalle de luz fantástico. Yo no me podía cansar de mirarlo. Al ratito dejé el saco con las habas ahí al ladito y me senté en el suelo a mirar el espectáculo. ¿Han visto alguna vez una maravilla que no se extingue nunca? Porque fíjense que yo miraba para el lado, para el horizonte infinito de la pampa, y me quedaba pensando largo rato. ¿Y qué tiene eso de sobrenatural? Que cuando volvía a mirar la copa del ulmo, el misterio estaba. O sea, no se quitaba nunca de mis ojos. Me reí, pues, qué más iba a hacer.
Con todo ya se me había olvidado lo del cuento del patrón y la mano que mece la cuna. Me estaba guardando para un regreso de lo más recogedor. Se me erizaban los pelos, así. Yo creía que una parte de mí, no les voy a decir cuál, estaba acostada en un campo de hierbas, mordiendo un pastito y mirándole las bragas a las nubes. Y puta que era cierto. Al instante sentí la percepción dividida. Por un lado veía el ulmo con sus flores de colores en las copas, y por otro las bragas de las nubes. Me decidí por una. Y se me erizaron los pelos así.
No es muy agradable la sensación de despertar de un sueño en otro sueño, pero qué más da.