me agarrô fuerte la webadita
Este verano cuando fui a india habîa una japonesita que tenîa una sonrisa grabada a fuego en la cara; parecîa que hubiera nacido con ella y no se la hubieran podido operar, suponiendo que la cirugîa contemplara esas opciones y que, mâs aun, existieran ese tipo de dolencias congênitas. El caso es que yo la ignorê completamente y evitê mirarla a la cara durante los 3 dîas que durô la conferencia sobre medio ambiente, superaciôn y otras hierbas. Cuando me la cruzaba en el pasillo yo adivinaba desde la distancia que era ella y me hacîa el apurado, el que llevaba un proyecto importante en la mente y no podîa detenerse a hacer amistad. Asî la estuve evitando todo el tiempo que fue necesario hasta que el destino hizo que yo, por trabajar de empleado en una asociaciôn, tuviera que velar por la seguridad de un grupo de orientales que viajaban a la costa este de India, a Chennai. Entre ese grupo de orientales iba ella.
Comenzamos a hacernos amigos y al final la separaciôn se hizo dolorosa, a pesar que yo evitê todo encariñamiento. No fui capaz una vez mâs de evitar sentir una atracciôn fîsica importante por lo que era para mis ojos un tremendo pedazo de mujer. Quê mujer!
Mantuvimos el contacto a travês de una aplicaciôn exclusiva para iphone que permite enviar mensajes de texto y fotos a travês de la internet. Yo jurê de guata que ella tenîa algûn interês en mî como hombre y pasaron algunos meses sin que nos hablâramos, entre otras cosas porque, viajando en bicicleta a gran velocidad, mi iphone, que era de los primeros que habîan salido el 2008, resbalô de mi bolsillo y se perdiô en alguna de las calles del Seine Saint Denis.
Ciertas medidas proteccionistas tîpicas de las compañîas telefônicas hicieron que mi padre tuviera que adquirir un nuevo Iphone a su llegada a Chile y diera de baja el francês. Yo le roguê que me lo pasara y asî retomê el contacto con mi chinita. Haciendo yoga, la tarde de ayer, intentê meterle conversa y ella me contestô que estarîa viajando por el mundo en el curso del año.
El aparato vibra tres veces y emite un sonido cuando un nuevo mensaje llega y yo estoy haciendo el guerrero tres o algo por el estilo, y mantengo la postura cuando siento que vienen llegando los mensajes de ella, sin apurarme. Casualmente me dice que estarîa viajando con su novio, sin rumbo fijo. Ella utiliza la palabra en inglês boyfriend. El cariño acumulado, pienso, debiera pegarme una punzada en el estômago al leer mis ojos esa revelaciôn pero no, nada ocurre. Sin embargo dejo sûbitamente de hacer yoga. Ella se desconecta sin profundizar en el asunto. Me siento en mi cama a sopesar la situaciôn. Pienso durante algunos segundos en esperar a que se reconecte y entonces declararle todo mi amor de un modo chistoso. Por suerte no lo hago o ella no se conecta antes que me haya dado cuenta de lo estûpido que serîa hacer eso. De pronto siento que algo ha cambiado en mi esquema vital, que la esperanza que yo albergaba con ella era sostenedora de algo inasible y que mi vida se trataba un poco de eso. Me cuestiono todo, mis ojos se abren involuntariamente mirando un punto entre mi nariz y las cortinas de la habitaciôn.
Hasta la comida tiene un sabor distinto durante algunas horas, es una derrota para mi espîritu y estoy en proceso de ponerme de pie nuevamente. Ha sido documentada tantas veces esta situaciôn por todos los seres humanos (no ha habido ninguno que no la haya vivido) que creo que no necesito profundizar en el asunto. Esa noche me acuesto y esta mañana me despierto pensando en que algo le falta a mi vida.
Algunos enunciados desfilan por mi mente trayendo cierto consuelo pasajero, la vida es corta, muerto ya ni siquiera te vas a acordar, sigue como si nada hubiera pasado, no se puede dejar de ser perseverante. Sôlo la percepciôn es real, todo lo demâs es una ilusiôn.
En la noche sueño que estoy en Santiago de Chile, en el departamento de Bustamante 17 y algo. Recorro las habitaciones llenas de gente amiga que se ha venido por algunos dîas, es hora de levantarse para todos pero todos duermen aûn, son las ûltimas horas de la madrugada. Pasêandome infernalmente por las piezas siento que despierto a la Panchi, que duerme en la pieza chica de al lado de la cocina, y pienso en tener que explicarle que, estando despierto irremediablemente, no puedo quedarme tranquilo y necesito recorrer caminando la mayor extensiôn posible de terreno. Caigo en el baño en donde estâ mi computador y alguien ha cambiado la configuraciôn de la pantalla, seguramente Canitrot, que estâ allî al lado tratando de programar algo en assembly. Me muestra lo que estâ haciendo y es casi una escena de una pelîcula. En realidad es la partida de su sistema operativo que abusa de grâficos estrafalarios. Canitrot pasa una mano por la pantalla e ilumina las tramas que sus dedos tocan, yo le pregunto si eso es porque su pantalla es touch screen. Me dice que no sabe, pero luego lo hace de nuevo y concluîmos que tiene que ser touch screen, pues no puede haber otra manera que el computador sepa cuâles fibras de grâficos exactamente sus dedos estân tocando. Canitrot me muestra algo de su côdigo y yo le pregunto si eso es el kernel de linux. Me dice que sî, y que lo que êl estâ tratando de programar es el programa que cumple la funciôn de ubuntu, es decir la interfaz grâfica. Le pregunto cuântas lîneas ha programado de las cerca de 400 que se ven en ese momento en la pantalla y me contesta que 2, luego de haberse detenido a calcular un instante. Me explica que las lîneas de côdigo son vistas desde un zoom muy alejado para componer los caracteres orientales que irân en el côdigo final de la matrix. En plena ejecuciôn del programa se produce un error, se corta la cinemateca y se ve la pantalla negra con un pequeño mensaje en letras blancas, repetido a regulares intervalos espaciales.