Alguna vez viví en cuevas y alguna de esas manañas tiraron un proyectil desde la parte baja que entró justo en una cueva vecina. Por suerte no reventó al tiro, pero era casi seguro que iba a reventar en cualquier instante. Me traté de vestir mientras despertaba a pifi pero no me podía poner los pantalones, había algo raro. Era porque me había sacado los pantalones y los calzoncillos al mismo tiempo y ahora estaban pegados y confundidos. Así que por fin desperte a pifi y le dije lo que había soñado. Pifi se demoró más en salir que yo; yo Salí corriendo y crucé toda la ladera para llegar a la parte por donde se bajaba. Pero no bajé, me alejé más hacia los escombros que allí hay y di la vuelta por entre los árboles. Me asomé y vi a un pifi perdido, buscándome. Le grité para que me viera pero Salí a su encuentro.
Nos metimos a una clase en donde estaban explicando el origen del proyectil. La profesora era una señorita de la tele, bien buenamoza, rica. Se la podía tutear. Yo me quedé, no sé por qué, con la idea de que habían sido los extraterrestres los que habían tirado la bomba y que necesitaban médicos. Si ustedes hubieran estado también en la clase me entenderían. Los extraterrestres andaban entre nosotros. Yo pregunté si no necesitaban de los otros oficios. La clase estaba terminando. Levanté la voz y pregunté de nuevo por encima de todo el ruido que había en la sala. La profesora no me entendía, había otro alumno que estaba preguntando al mismo tiempo: era Arturo Longton. Repetí mi pregunta pero un Longton ya sin polera se dedicaba a hablar encima mío. Lo hice callar como quien calla un perro. Pifi me ayudaba a aclarar bien mi pregunta. La profesora no entendía que pudiesen haber otros oficios, así que le dimos el ejemplo del jardinero. No necesitan los extraterrestres alguien que cuide sus jardines? Al parecer querían sólo medicos. No cualquiera podía ser médico, había que estar dispuesto a cortar y manipular los tejidos de sus cuerpos algo asquerosos para nosotros.
Esto es lo más raro que me ha pasado en años,