lunes, septiembre 10, 2012

hongos

Está complicada la cosa, a veces no sé lo que veo, pueden ser cosas que existen como cosas que no existen. La situación ha cambiado mucho, he vuelto a vivir al departamento de bustamante 1 siete y algo y todo parece patas arriba. El colmo fue esta mañana, sí, cuando con mi mamá nos subimos a un taxi colectivo. El chofer venía en el asiento de atrás, sumamente bebido y drogado, hablando animada pero lacónicamente con tres de sus pasajeros. Uno de ellos, al que todos llamaban Faruk, iba en el asiento del piloto. El chofer manejaba desde atrás, sin mirar el camino, y pisando los pedales con sus piernas largas, más largas gracias a que venía bastante echado en el asiento. Fumaba un joint mientras hablaba y negociaba con mi madre la tarifa. Mi mamá no quería pagar lo que el loco ofrecía. Es más, el loco ni siquiera era capaz de decir su oferta antes de ponerse a conversar con los otros tres pasajeros. Hablaban del carrete de anoche, de cuántos tragos se había tomado Faruk.. Con mi mamá nos bajamos indignados y también bajo Walo, que venía con nosotros. El colectivo se fue sin hacerse demasiado problema. Le estaba pidiendo mil pesos a mi mamá por lo que habíamos andado, mi mamá se negaba a dárselos, yo quería que se los diera, un poco antes en el cerro yo había tratado de comprar droga. Así es, seguí a unas niñas bastante bonitas por un camino empinado, ellas iban en moto y yo en bicicleta y tuve que pedalear duro para alcanzarlas. Ellas habían parado al lado de un bus que estaba detenido, y al otro costado del camino había una tiendita de cosas artesanales. Mucha gente llegó y alguien del diario estaba haciendo una nota. En la tiendita tenían hongos y los mostraban como una curiosidad, yo quería comprar. Pero el asunto era mostrarle al gallo del diario que ahí se podían cultivar hongos. Yo tenía claro que eran para vender.