martes, junio 12, 2007

Otra de terrror: El perro negro

Esta es la historia de un perro negro más poderoso y más inteligente que la muerte. También es la historia de cómo yo llegué a ser dueño de ese perro durante algunos segundos. Y también, es la historia de la repetición de esos segundos, hasta el fin del mundo.

Llegué y estaba el perro encerrado en la bodega del patio. Me parecía cara conocida, o su presencia me era natural hasta el punto de poder considerarlo mío. Sabía, de todos modos, que no podía dejarlo escapar, o salir al patio, porque el perro se las ingeniaría para salir y darme la muerte más completa. Pero aun así, salí y me puse cerca del perro. Sólo una barrera de tablones nos separaba. Fui a apoyar un rastrillo contra la esquina del rancho y al apoyarlo supe que el perro había escapado. Inexplicablemente, también había un tigre por ahí, y sólo sirvió para que el perro se diera su primer banquete. Me fui a esconder detrás de la camioneta, la misma en que yo había llegado. Era grande, y el perro no se veía por ninguna parte. Supe que tenía que actuar: correr hacia la bodega y atraer al perro hacia ella; enseguida, salirme yo y dejarla cerrada para que el perro fuera un reo de nuevo. Lo hice, no sé bien cómo, pero en el transcurso de mis actos, inconmensurables y valientes actos, fui sintiendo que aquellos mismos grandiosos actos, iban a ser lamentablemente inútiles. Apenas hube cerrado la puerta el perro ya estaba afuera; corrí. Me metí dentro de la camioneta. El perro me mostraba sus fauces desde tras de la ventana. Luego yo encerré no sé bien cómo al perro dentro del auto. Era su perdición. Pero ya para entonces yo sabía que el perro era más inteligente que un perro normal. De hecho, sus recursos eran ilimitados. Abrir el pestillo no fue nada para él.