miércoles, junio 27, 2007

Tengo ganas de visitar a la gente que me gusta

Volvía a mi casa en Portales 564 Temuco. Me acompañaban dos figuras y el resto de la calle estaba inusitadamente desierta. Ahora lo veo con clareza.

Cuando me sueltan del colegio no tengo adónde ir, más que a mi casa que queda a escasas dos cuadras. Siempre está esa cifra en mi mente: dos cuadras. Con el tiempo, me voy acostumbrando a que volver a mi casa es lo único que puedo hacer. Con el tiempo, me voy acostumbrando a que soy muy chico para quedarme a vagabundear en la calle. Las dos cuadras se me hacen eternas, me rodean miles de peligros. Tengo que sortearlos todos y llegar a encerrarme.

Paralelamente en mis sueños me acosan las criaturas inorgánicas. Casi inevitablemente las relaciono con las amenazas que siento en mi trayecto de dos cuadras de vuelta del colegio. Sueño que corro hasta mi casa y que cierro el portón con llave y estoy a salvo. Las criaturas inorgánicas son insistentes y yo no sé ni siquiera que existen. Fuerzan el portón y me rodean, tengo que escapar por la ventana. Pero siempre mi casa ha sido el consuelo.

Hace siete años me fui de esa casa y hace un par de años que no vuelvo porque la vendieron. Ya no tengo refugio y eso es lo que pasa también con mi vida.

Se llega a la tercera compuerta del ensueño cuando uno sueña que mira a un cuerpo dormido y ese cuerpo resulta que es el de uno. Yo volvía a mi casa en Temuco acosado por dos presencias casi fantasmas. La una iba en la cuadra de atrás, acechándome. La segunda me vigilaba desde la vereda del frente. Iba justo atrás mío para que yo no pudiera verla más que de reojo.

Cuando me metí al garaje rojo para entrar a mi casa supe que estaba soñando, debido a los recientes acontecimientos. Había rechazado la oferta del emisario inorgánico de irme a vivir para siempre con ellos. El gancho era que yo iba a tener acceso a siete mundos, entre ellos el humano pero sin mi cuerpo, o sea sin mi masa. Me convenía aceptar, la amenaza inorgánica ya se había plantado sobre mi cuerpo y yo le caía bien al emisario.

Quizás porque rechacé la oferta también estaba libre por ese momento. Me pregunté a qué iba yo verdaderamente a esa casa, ya no tenía nada que buscar. Sentí que tal vez estaba buscando mi cuerpo para tener el sueño de la tercera compuerta. En ese momento hice memoria: yo estaba acostado en Santiago.

Di media vuelta y salí a buscar a mi cuerpo por ahí. Quise voltear a mi izquierda pero yo ya sé que en esa dirección está la muerte, sólo la derecha es permitida para seguir vivo. Me costaba trabajo caminar. Miré en un jardincillo: no estaba.

De repente empecé a sentir un leve cosquilleo en mi cabeza, al lado derecho. Nunca había sentido nada tan bueno, y era porque estaba siguiendo una corriente de energía que me llevaba derechito a mi cuerpo. Para mi sorpresa, aparecí en el segundo piso de la casa de Temuco.

Por un instante no quise ver nada raro, pero luego me decidí. Apareció mi cuerpo con gorro de lana, durmiendo encima del cubrecama. Me sobresalté y comencé a subir, sin peso. Sentí que eso era peligroso. Desperté en Santiago.

La tarea de la tercera compuerta del ensueño era un ardid para obligarlo a uno a viajar a un lugar real. Ir a buscar el cuerpo de uno es como la opción más fácil y todo. Esta realidad también está hecha de corrientes de energía que uno puede seguir si se es un sueño. Tengo ganas de visitar a la gente que me gusta, en el futuro.