lunes, julio 21, 2008

What for

Ayer en la noche me fui a regalonear con mi mami antes de subirme al bus que me traería de regreso a la ciudad luz. A todo esto, cuando llegué a la ciudad luz era noche aún, por lo tanto el apelativo le quedaba más que flotando, era un poncho sin agujero para la cabeza. La hora más oscura es la más cercana al amanecer, y eso lo dijo batman, así que ojo (o el guasón). Tengo ganas de ver esa súper película pero el destino me ha jugado una broma: dos veces he ido al cine en 2 semanas, algo inaudito desde mi punto de vista, y sólo he visto dos películas que no tenía ningún deseo de ver. El deseo de ver películas es cosa macabra.
Pero el cuento era que yo regaloneaba con mi madre y en la pieza vecina mi hermano recibía a un amigo de la plaza. Sólo se puede caracterizar como de la plaza a ese amigo. Cuando éramos más chicos nos jugábamos unas pichangas mostruosas en pleno barro de la plaza que después se transformaría en cuartel de narcotraficantes. Quisiera decir cartel. Entonces comenzamos a frecuentar la plaza con otro sentido. Con ese amigo mi hermano se dedicaba a conversar y a reírse estruendosamente mientras con mi mami veíamos las noticias abrazaditos. Yo me abrazaba a ella y le hacía cariñitos en las manos, y en el pelo cuando me daba un impulso como de amor ciego. La conversación de mi hermano con el amigo de la plaza versaba en parte sobre mí, sobre el hecho de que me había vuelto vegetariano. Mi hermano exacerbaba su punto de vista y con el amigo de la plaza hacían una verdadera fiesta de mi radical decisión. Yo escuchaba todos los sonidos principales que venían de sus bocas, que no eran más bien palabras sino sonidos informes, frontera de la palabra con la risa. Mi mamá comentaba las ganas con que se reía mi hermano. Mi hermano señalaba lo que había sucedido al almuerzo, cuando volvíamos de las termas y decidimos parar a comer en villarrica. Allí nos detuvimos en un lugar de comida chilena y yo pedí un plato vegetariano. El guasón que nos atendía me lo vendió como verduras del huerto. A todo esto él pensaba que era para mi mamá. Mi hermano, en tanto, se comió un jabalí asado a lo pobre.
Y le contaba a nuestro amigo de la plaza todo lo que había pasado, en el contexto de que yo era un idiota por no aprovechar la tremenda oportunidad de ser como los galos de antaño. Mi amigo de la plaza estaba de acuerdo y se reían. Más tarde mi amigo recordó su visita a santiago (la ciudad luz) en la semana y un almuerzo en la pizzería succeso de plaza italia. Allí nuevamente yo había sufrido una mofa producto del plato que me serví, en comparación con los demás platos de las mesas circunvecinas. Resulta que yo me pedí un pizza de espárragos individual. En la mesa de al lado habían pedido una pizza familiar, de mitades distintas. Al viajar la pizza familiar hasta la mesa de ellos y la mía hasta mi mesa al mismo tiempo, se produjo un descalabro de las proporciones. Eso hizo reír a mis amigos. Al finalizar el almuerzo, uno de ellos quiso probar de mi plato y yo se lo impedí. Ellos pensaron que yo estaba enojado por la desgracia de que había sido víctima. Ayer, mi amigo de la plaza insistía en que yo había sufrido una supuesta desgracia y en que me había enojado tal vez más de la cuenta. Con mi hermano se reían felices.