martes, julio 01, 2008

esto se llama los pitufos

el sabado en la noche salí a weviar a un departamento dúplex, de esos que tienen dos pisos. carreteaba simultaneamente en el piso de arriba y en el primer piso, y en el primer piso del edificio que tenía cuatro. para cambiarme de carrete ascendía o descendía por un ascensor inventado que me hacía fusionarme por unos momentos con el techo-suelo. cuando aparecía al otro lado recibía comúnmente una oleada de abucheos y hasta tomates, y me llamaban el fantasma. cuando esto ocurriía yo salía huyendo como el fantasma de pacman y me regeneraba secretamente en los servicios higiénicos. desde afuera se escuchaban las voces de dos amigas conversando: donde está manu? está en el baño. yo salía y al abrir la puerta se escuchaba el ruido de la cadena con lo cual yo quedaba más o menos en evidencia, y tenía que recurrir a una frase o a una actitud negligentes para volver a desvanecerme. en una parte choqué con la dueña de casa que transportaba una olla llena de tallarines desde la cocina. le quité la olla de las manos y, en un arrebato de furia o locura, abrí la mampara con la punta del pie y me largué a correr pasillo y escaleras abajo. empezó a sonar la música de black magic woman, viniendo de uno de los carretes en un edificio cercano, poniéndole el condimento preciso a la persecución. en el patio del edificio miré hacia atrás; no me seguián. nuestro personaje esperó un momento con la olla entre las manos, mirando como si me fueran a sacar una foto los de la cuarta espectacular. en eso siento que desde arriba me llaman unas voces. veo y en el balcón están dos amigas y otro amigo mirándome con expresión de risa. los acordes de black magic woman se transforman en luces que centellean en sus caras. asombrosamente, una de ellas se llama lucy y la metáfora centellea en mi cerebro y en mi corazón. la ausencia de ciertos acordes clave de la canción me confirman que la están jugando en el guitar hero III y se equivocan constantemente. con la olla entre las manos, miro hacia arriba y recibo una enésima tanda de abucheos de mis amigos. con sorpresa, descubro que aquello los llena de risa y se me alegra el corazón. dejo la olla en el suelo y vuelvo al duplex en el momento justo en que está empezando a sonar un regetón.

al volver a mi casa estaba extrañamente bien, a pesar que yo pensaba que me había tomado hasta el agua del zaguán. me acosté y vi que todo era un misterio incomprensible, qué hacíamos acá, cómo había sido posible que se llegara a la existencia de un mundo. al hacerme esas preguntas mi cabeza se hundía en la almohada boca abajo y al abrir los ojos presenciaba un escenario como de los pitufos, que luego cambiaba a una visiíon del mundo que hay dentro de las máquinas de cocacola. extasiado sacaba la cabeza de la almohada y volvía a ver mi pieza en la penumbra, por las cortinas comenzaba nuevamente a amanecer. el carrete había estado duro, pero en el sentido suave de la palabra. al sumergir la cabeza nuevamente veía el mundo de duendes felices y montañas rusas sin sentido, que subían y bajaban en un atardecer eterno. Al sacar la cabeza por segunda vez sentí una presencia junto a mí y en el instante comprobé que se trataba de mi vecino que me venía a pedir silencio. al parecer yo gritaba profusamente cada vez que veía el mundo oculto y no me daba cuenta. le pregunté al vecino por qué tenía llave y me dio una explicación de lo más convincente que sólo duró 3 segundos. satisfecho con eso esbocé una sonrisa y me sumergí de nuevo. ví un rato el pequeño sol en miniatura hundiéndose en la llanura y salí para preguntarle a mi vecino cómo había estado. ya se había ido. fui a la cocina y lo encontré comiéndose un pan con levadura. el vecino me siguió contando con la boca llena, cómo yo gritaba y en el piso de él (el de abajo) habían salido unos cuantos al pasillo a entender qué pasaba. el vecino se había ofrecido como voluntario a venirme a preguntar. cuando me encontró, yo estaba con la cabeza donde ustedes saben y tatareando la canción de los pitufos, que sonaba ahogada contra el almohadón.

al principio, el vecino no había podido despertarme y se había ido a la cocina a buscar un vaso de agua. dijo que avanzó por el pasillo al ritmo de mi canción: laylaylaraylaylay...laylaraylaylay. al llegar a la cocina vio el pan y se lo hizo, luego le dio una mordida y lo dejó sobre la mesa, al escuchar que yo sorpresivamente dejaba de cantar. entonces se teletransportó (según él) a mi lado y me auscultó en la oscuridad. yo me veía bastante normal, sólo con la cara de haber estado soñando y haber despertado curao. el vecino se fue y la historia es la que se repite, el pan encima de la mesa semi-olvidado y mi vecino que se detiene a recordarlo. luego llego yo buscando a mi vecino con una linterna ecológica, que me regalaron.